En algún momento, me permito asumir, todos quisimos tener una relación estrictamente sexual, sin vueltas, sin complicaciones, que sostenga la maravillosa adrenalina del sexo casual, que permita persistir en la extrañeza, en la exploración física. En esencia, una relación porno, que vaya al grano, que sea puro deseo, sin ansiedad, sin teléfonos ni mensajes subliminales; carnal pero sincera. En esta obra, ella está determinada a cumplir una fantasía sexual y, con ese fin, pone un aviso en una revista. Para su sorpresa, él contesta a este aviso. Se juntan una vez por semana en un hotel, no hacen preguntas biográficas y cumplen sus fantasías sexuales. Listo. El sueño del pibe y la piba. Pero él y ella son seres humanos y nada es tan simple. Y esta relación va enriqueciéndose de a poco hasta dejar de ser una relación meramente sexual, que da lugar para ‘hacer el amor de manera normal’.
Cuando por fin ellos confrontan este hecho, es decir, cuando se tienen que mirar a la cara y decidir si van a sacar la relación fuera de la cama, fuera del hotel, es cuando tocamos el punto más humano al que refiere la obra. ¿Qué es la felicidad? ¿Es un momento? ¿Tenemos el coraje para vivir o nos conformamos con un recuerdo? O al revés ¿tenemos el coraje de dejar el juego en su mejor momento o nos resignamos a perder todo por tratar de durar más, de tener más?
Ella es Cecilia Roth y él es Darío Grandinetti, dos actores tan talentosos como conocidos. En esta obra la calidad actoral es esencial porque el espacio debe ser ocupado sólo por estos dos personajes que deben acaparar a la audiencia y provocar la tensión. Y la tarea no es fácil. Para ser justa, el texto no ayuda. La grandeza del teatro reside muchas veces en este elemento, quiero decir, en lograr un texto que signifique más de lo que dice, que desborde sus escenas y reponga lo ausente desde el silencio. A este texto le falta un ‘golpe de horno’. Los diálogos no dejan que los personajes y su relación terminen de consolidarse sobre el escenario. Esto no quiere decir que sea un fracaso, sino que no deslumbra, no maravilla. Sin embargo, y especialmente gracias al trabajo de Grandinetti que parece haber nacido para representar a este amante (esta vez Roth me resultó un poco forzada), la historia golpea y nos llena de interrogantes. ¿Cuál es el opuesto de ‘eufórico’? Así dejamos la sala Pablo Neruda.
También colabora el trabajo de escenografía e iluminación que permite llevar a cabo esta historia y nos da la posibilidad de ir y venir en el tiempo del relato. Pero el sonido es otro obstáculo. Los micrófonos hacen perder naturalidad a las actuaciones y las grabaciones en off interrumpen la narrativa. No es que pretendamos que no usen micrófonos los actores porque es comprensible que la sala no cuente con la acústica necesaria, pero en esta obra la técnica no está al servicio del drama.
Una relación pornográfica es también una película de 1999 que recomiendo que vean. Igual teatro y cine son dos experiencias muy diferentes con lo que se pueden hacer las dos.
La obra que dirige Javier Daulte y fue escrita por Phillippe Blasband está en el Paseo La Plaza de miércoles a domingo y las entradas de sacan por plateanet.com o en la boletería del teatro.
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