A partir de una operación de variación imaginativa, cuando vas al teatro te enriquecés. Y no sólo en lo que respecta a tu experiencia de teatro, sino que tus posibilidades se amplían, tus experiencias, aunque más no fuera porque lo imaginás posible, se ensanchan. Y por eso hay obras para todo: hay obras que tratan sobre la más íntima decisión de vivir (Una relación pornográfica), sobre la identidad (Cock), sobre la libertad (Tango Feroz) o sobre el azar (La música del azar). La cartelera de Buenos Aires por suerte siempre tiene para ofrecer más.
Yoska Lázaro y su grupo Teatro a tres velas se dedican a sumar una perspectiva más a la escena porteña: la temática social e histórica de nuestro país, resaltando la lucha diaria de quienes sufren las consecuencias. Tenemos mucho que reflexionar y cuestionar sobre la inserción, sobre la integración y la segregación ¿Cuántas veces más vamos a escuchar decir que los pobres son unos vagos? ¿Hasta cuándo le vamos a dejar a la vecina hablar así, mientras se prepara para ver la novela, de las personas que menos recursos tienen? ¿Nunca vamos a reaccionar?
Vago es una reacción, una respuesta que utiliza una de las herramientas más efectivas para responder. La obra nos obliga a esa variación imaginativa y amplía nuestras posibilidades de ser porque La Negra tranquilamente podría ser yo. Y porque, a menudo no me doy cuenta, en realidad muchísimas veces soy yo. Romina Oslé compone un personaje ‘puente’ entre el público y el escenario. Porque, admitámoslo, el público que va al teatro es más bien burgués (perdonen el anacronismo) y lamentablemente los representados por Vago no están entre su concurrencia. Salí del Teatro del Abasto pensando precisamente eso; pensando que habría que organizar (quizá se haya hecho, no lo sé) que las personas de las villas del conurbano bonaerense vean esta obra y la discutan. Quisiera saber qué opinan; si se sienten reflejados; si es en realidad tan sórdida la experiencia cotidiana; si están mejor, peor o igual; si se sienten ignorados; si piensan que los que no viven en las villas somos unos caretas que necesitamos ir al teatro para imaginar, tan solo imaginar, el estilo de vida de una amplia mayoría de la población mundial (con sus más y sus menos). La Negra de Oslé te tiende una mano porque es la que quiere hacer las cosas bien, la que sufre pero no usa su sufrimiento para justificar cualquier cosa, la que no puede creer su suerte pero sigue adelante.
Pero en el fondo ninguno de los personajes escapa a la dinámica de su entorno. El Nene, hermano de La Negra, después de un ACV no tiene muchas opciones. La actuación de Fernando García Valle es conmovedora porque es el pibe que no miramos arriba del tren o del colectivo, del que dudamos porque ‘son todos unos vagos’. Vago es una obra de vagos, ¿vagos?
Camacho (Marcelo Saltal) y los abusos de poder que sádicamente administra sobre sus dominados, El Tute (Nicolás Blandi, que no es delantero de Boca, otro) enamorado, hábil y traidor y hasta la inconsciente de La Mili (Julieta Timossi) son todos productos de circunstancias que, si bien la obra está temporalmente situada en los años 90s, nos pertenecen hoy también. Es que hay que entender que cada circunstancia naturaliza prácticas que forman hábitos que son muy difíciles de comparar, de modificar, de juzgar. Los juzgamos igual, y está bien, pero podemos guardar los puñales y tratar de entender, como lo hace Vago, de dónde viene y adónde va.
Se nota el trabajo de un conjunto grande de gente que logró sus objetivos con esta realización. El libro es bueno, las actuaciones geniales, las luces y la escenografía son buenas, el lugar es el indicado, y ésta es una obra que hay que ver.
El prólogo y el epílogo son de la novela “Cámara Gesell”, de Guillermo Saccomanno, que no leí pero que voy a leer en breve. Quedo debiendo ese comentario.
Vago está los sábados a las 21hs en el Teatro del Abasto (Humahuaca 3549, esquina Billinghurst)
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