Caminar por Palermo un sábado a la noche, que no haya un alma en la calle y que los bares tengan sus cortinas metálicas bajas al mejor estilo mayoristas del Once puede ser bastante desalentador, mucho más si hace un frío de morirse. La veda electoral, una vez más, le roba el espacio de esparcimiento al ciudadano de a pie que labura toda la semana y pretende que en sus días libres lo dejen tomarse una cerveza en paz, pero bueno, eso es tema de análisis para tratar en otro momento.
Y si de veda molesta se habla, para amenizarla al menos hay espacios abiertos como Niceto, en el que Poseidótica, banda que dice mucho a pesar de prescindir de la lírica, entrega un show impecable en el que, durante una hora, posibilita una gran cantidad de climas con sólo dos guitarras (Santiago Rúa y Hernán Miceli), un bajo (Martín Rodríguez) y una batería (Walter Broide). Concentrados y ajustados, se adueñan del escenario como si fueran la banda estelar de la velada y cuando finaliza su set, poco después de las diez de la noche y luego de ejecutar piezas del calibre de Sueño narcótico o Mantra, dan ganas de irse del lugar para que esa música y ese viaje permanezcan en la cabeza durante un tiempo bastante largo. No es posible, porque todavía queda otro buen número a cargo de Pez, la banda del siempre contrariado Ariel Minimal (vaya a saber uno por qué siempre está tan a la defensiva y susceptible de todo lo que le dicen desde el público, su público…).
Lo de Pez, una banda que incluye iguales dosis de potencia y melodía, siempre es una interesante incógnita, ya que en determinadas fechas lo suyo puede ser más o menos stoner, como la de este sábado último, y en otras puede andar más por el lado del sonido spinetteano. Claro, esto habla de la versatilidad y capacidad artística de un grupo que ya tiene veinte años pisando los escenarios y grabando discos.
Durante el largo show del trío que se completa con Gustavo García, en bajo, y Franco Salvador, en batería, pasan temas como La casa del horror, Ahogarme, ¿Y ahora de qué vamos a hablar? y La estética del resentimiento.
El final llega con Los verdaderos sonidos de la libertad y el público, luego del aplauso, vuelve a salir a las calles cayendo en la cuenta de que se verá privado de la libertad de tomarse una cerveza en alguno de los cientos de bares de Palermo. Como diría otro viejo grupo, son cosas que suceden…
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