Escritos sobre punk: el libro de los lados B

994535_498687966867692_1818090450_n.jpgHace unos meses que circula entre nosotros Escritos sobre punk 1977-1992. En el baño del fascismo (Paidós) de Greil Marcus. Uno de esos libros con los que uno entabla una relación duradera, bastante parecida a la amistad: libros a los que se vuelve una y otra vez para discutir, para pedir consejo, para que te recomiende a tu nueva banda favorita (pero sobre todo para discutir).

Escritos sobre punk pertenece a una clase de libros que funcionan a la vez como diario personal y enciclopedia. Construidos a partir de textos breves, publicados a lo largo de años, estos libros revelan que lo que alguna vez fue leído como una crónica atada a un instante pasajero era en realidad un capítulo de una épica inesperada. Como Entre paréntesis de Roberto Bolaño o El hombre que fue viernes de Juan Forn para la literatura, como Escrito sobre música de Diego Fischerman para la música clásica y el jazz, o como Ojo al cine de Andrés Caicedo (y a propósito: ¿no es Andrés Caicedo, muerto en 1977 a los 25 años, una suerte de héroe proto-punk latinoamericano?) para el cine. Libros en los que lo que confiere unidad a un torrente aparentemente inagotable de citas, de nombres, de obras y de situaciones no es otra cosa que la personalidad del autor, la mirada única y personalísima con la que se interpreta un mundo.

Y el mundo detrás de Escritos sobre punk es el que nace de las ruinas del sueño dorado de los ’60. Greil Marcus escribe como un corresponsal de guerra y las noticias que llegan del frente no son buenas. En cierto modo, Escritos sobre punk es la historia de una derrota. La primera parte culmina con un catálogo de «muertes rockeras», un ranking que podría haber sido escrito por el mismísimo J. G. Ballard: el puntaje total asignado a cada muerte es la suma de los puntajes parciales correspondientes a las contribuciones a la música del finad@, las contribuciones que podría haber aportado de no haber muerto tempranamente y, por último, el tipo de muerte sufrida. Por ejemplo: Janis Joplin tiene un 10 en contribuciones pasadas, un 7 en contribuciones futuras estimadas, pero sólo un 1 por el tipo de muerte: la sobredosis de heroína, casi un lugar común, no rankea alto entre las estrellas de rock. En cambio, Les Harvey (de Stone the Crows) o James Sheppard (de los Heartbeats) no suman mucho por sus contribuciones musicales, pero tienen un 10 por el tipo de muerte: electrocutado sobre el escenario con un micrófono y asesinado por la mafia, respectivamente.

Pero no es esa la derrota de la que habla Marcus. El problema no son los muertos -«nadie sale vivo de aquí», al fin de cuentas- sino los llamados «sobrevivientes». El ránking delirante de las muertes rockeras está dirigido precisamente contra esa palabra que, según Marcus, se expandió por todo el universo musical de los ’70 y los ’80 como una suerte de salvoconducto para justificar una música complaciente, producida por y para «cerebros quemados». Punk es todo lo que se rebele contra eso. De ahí que, en las casi 600 páginas del libro, los Sex Pistols, The Clash y Gang of Four convivan con Elvis Costello, Bruce Springsteen o Bob Dylan (los Rolling Stones son un caso aparte: pueden estar, llegado el caso, a ambos lados del mostrador). O que Greil Marcus nos cuente cómo tuvo que parar el auto y detenerse a escuchar, casi en trance, los ocho minutos que dura la hipnótica «O Superman» de Laurie Anderson.

936full-let-it-bleed-coverEscritos sobre punk funciona también como una historia alternativa de los Estados Unidos entre la aparición de Let it Bleed de los Rolling Stones y Nevermind de Nirvana. El punk, parece sugerir Marcus, es una suerte de «retorno de lo reprimido». El mundo que se nos describe desde «el baño del fascismo» parece escrito por Philip K. Dick, pero es real. El recorrido de Greil Marcus abarca no sólo las estaciones en las que vale la pena detenerse (bandas a las que prestar atención, lugares en los que «había que estar»), sino que incluye también la denuncia: si el grito fundador del punk fue el «Yo soy el Anticristo» de Johnny Rotten, el gesto que Marcus identifica como marca de fábrica del punk es un «NO» que necesariamente se presenta como respuesta a un estado de cosas que no se está dispuesto a aceptar.

nevermind

Por eso no llama la atención que se insista tanto en las declaraciones explícitamente políticas de muchos de los protagonistas musicales del libro. O que Ronald Reagan y Margaret Thatcher sean mencionados tantas veces, o más, que Johnny Rotten o los Rolling Stones. La música que le interesa a Greil Marcus, esa que persigue a través de las páginas de Escritos sobre punk, de una punta a la otra de los Estados Unidos, y de una costa a la otra del Atlántico, es la que se ofrece como la contracara de ese «mundo feliz» que se ofrecía como un punto de llegada de la Historia. La elección de las fechas que enmarcan el libro no es para nada casual: los textos de Escritos sobre punk fueron publicados entre 1977 y 1992, pero abarcan una época que se extiende desde 1969 hasta el comienzo de los ’90. Es decir, desde el final desencantado de una década que prometía una revolución hasta otro final, en el que la pandemia del SIDA disparó todas las paranoias posibles, hasta entonces sólo latentes (recordar, por ejemplo, «Love in a colder climate» de Ballard, escrito en 1989). Escritos sobre punk es también un libro de «lados B» en otro sentido: sus textos son los que no llegaron a incluirse en el ambicioso Rastros de carmín (Lipstick Traces), otro texto de Marcus en el que el punk era el punto de partida y de llegada.

El propio Marcus reconoce que Escritos sobre punk está atravesado por el fantasma de los ’60. De hecho, los Beatles tienen muchas más menciones que los Ramones. La sensación es que todavía no logramos salir de ahí. No es una metáfora: los Rolling Stones siguen de gira, como Paul McCartney y Bob Dylan. Pero aquí no se trata de desenmascarar a los últimos representantes de una perdida edad de oro, sino de descubrir los sonidos que suben desde las profundidades. Lo más valioso de Greil Marcus es que no se limita a contarnos lo que él vivió en los sótanos en los que el punk se desarrolló entre 1977 y 1992, y a decirnos que «tendríamos que haber estado allí». Ciertamente, uno puede recorrer sus páginas y descubrir canciones que no había escuchado nunca, o recordar otras que estaban olvidadas. Si fuera sólo eso, sería un libro interesante y nada más. Podría satisfacer la necesidad de algunos curiosos, sin aspirar a convertirte en uno. Este último es el mérito mayor: el de despertar las ganas de salir a recorrer los sótanos para descubrir el pulso secreto que late hoy, aquí y ahora. De eso se trata todo esto.

Lalo Lambda

Comments

  1. Muy buena reseña! La verdad es que el libro está pudiendo conmigo,en el sentido en que yo no puedo con él…
    Y aún así, quiero conseguir los otros, y sí, quiero más sótano a ver qué pasa.

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