Bad Religion en el Malvinas: una lección de punk rock [review]

Cada tanto, la gran Madre Cultura nos sorprende con alguna maravilla. Es cierto que se mostró particularmente generosa entre los años ‘70 y ‘90, y que debemos renunciar a todo intento de elegir uno solo de sus hijos. Pero si de algo no caben dudas, es que Bad Religion es uno de esos regalos por los que debemos estarle agradecidos. Así que si se preguntan cómo estuvo el show en el Malvinas, bueno, la respuesta es bastante previsible: estuvo genial.

Nada de costosos decorados, nada de vestuario llamativo. Ni hablar de invitados sorpresa y mucho menos de efectos especiales. No. Just a punk rock songs, señores. Casi dos horas del mejor punk de la costa californiana. ¿Para qué más? Cuando con la música se llena el escenario, cualquier añadido sería obsceno.

Bad Religion es el mejor contraejemplo para esos que entendieron que el punk no era más que drogarse y romper todo. “Aquellos que pierden el contacto con su naturaleza se convierten en robots de la sociedad, mientras que aquellos que denuncian su desarrollo social se convierten en animales vagabundos. El Punk simboliza el deseo de recorrer la línea en medio de estos dos extremos con magistral precisión” dice, entre otras cosas, el Manifiesto Punk redactado por Graffin con el que debería bastar para sacudir un poco las neuronas. Pero como testarudos hay en todo tiempo y lugar, por las dudas nuestros músicos se tomaron el trabajo de reforzar la idea con 200 y pico de canciones, 33 de las cuales escuchamos en el Malvinas.

Luego de que Expulsados y Cadena Perpetua hicieran sus breves pero enérgicas presentaciones, la banda oriunda de Los Angeles arrancó pasadas las 21 con una entrada triunfal. En medio de aplausos y a medida que las luces se apagaban lentamente, se fueron acomodando en sus lugares mientras sonaba la primera de las marchas de Pompa y circunstancia de Elgar. Así, escuchá: 

Una vez que el Doc. Greg terminó de jugar a “dirigir la orquesta”, la cosa empezó en serio, y con todo. “Sometimes just a word/ Is the most satisfying sound/Sometimes it makes no sense at all/ The easiest thing to do/ Is say fuck you” [A veces, sólo una palabra es el sonido más satisfactorio. A veces no tiene sentido en absoluto. La cosa más fácil de hacer es decir fuck you].Ovaciones, mosh, Dharma and the Bomb, mucho pogo, más ovaciones, The New America y… se fue todo al carajo. Apenas se hizo un silencio que les permitiera a los músicos tomar aire, ahí estaba nuestro canto local “¡BadReligion, es un sentimiento no puedo parar!” Y mientras Wackerman acompaña con la bata, Graffin reflexiona en voz alta: “Hey, con ustedes es muy fácil hacer un concierto”.

No sé si es así en todos los casos. Lo que pasa con ellos en particular es que, si nos olvidamos del infausto show del 2007 (en el marco del Quilmes Rock, a las 5 de la tarde con un River prácticamente vacío), todos los recitales que la banda dio en suelo argentino estuvieron excelentes. Y eso se inscribe de alguna manera en la memoria colectiva del público, haciendo que la relación sea de estima y gratitud mutuas. Una prueba de ello es que el mismo Graffin recordó, un poco emocionado, que Argentina fue el primer país latinoamericano en el que desembarcaron allá por 1993. Dos décadas después algunos temas (por suerte) se repiten: 21st. Century Digital Boy, American Jesus, Generator, Recipe for Hate, Struck a Nerve y Suffer. A ellos se le agregaron otros, producto de un largo camino y una misma convicción: Raise Your Voice, Come Join Us, Sorrow… También estuvieron esos que alguna vez escuchaste mientras ibas a las chapas con el skate o la bici (o intentabas hacerlo): I Want to Conquer the World, You, Stranger than Fiction o Infected.

Y lo mejor fue que sólo tuvimos que esperar un año para escuchar en vivo parte de su último disco. Además de las dos canciones con las que abrió la fiesta, también tocaron True North, Past is Dead y, para el cierre, Dept. of False Hope. “So hold your head up high, forgotten man. Tomorrow’s not for me and you. And everybody’s gotta try to lend a helping hand. For god and man, there’s nothing more to do. There is nothing more…” [Entonces mantén tu cabeza en alto, hombre olvidado. El mañana no es para mí ni para ti. Y todos tienen que intentar dar una mano. Por dios y el hombre no hay nada más que hacer. No hay nada más…]

El tiempo pasa para todos, y no sólo se refleja en el pelo sorpresivamente blanco de Greg Graffin, quien incluso admitió más de una vez estar cansado (en un español lamentable que apenas supera al de Campino, pero con la misma buena intención, que es lo que importa). El tiempo pasa, digo, y después de ese final demoledor no nos quedó mucho por hacer: salir del estadio, tomarnos una birra y seguirla donde se pueda y como se quiera. Pero sobre todo, decirnos en voz baja: ¡qué bueno que vine!

Más fotos acá.

Yoapocap

Fotos de Andrés Carrizosa

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