La forma en que conocí a Embajada Boliviana tiene tintes muy diversos y contradictorios. Debo reconocer que mi gusto por el punk está guiado más hacia la onda pistolera que a la ramonera, por una simple razón de calle, claramente asociada a la irreverencia y a la ponzoña vital de los ingleses en relación a la mitificada y muy comercial actitud de los neoyorkinos.
Cuando en mi departamento porteño sonó el timbre que anunciaba la llegada formal al país de un par de colegas, famosos por su gran prontuario punk, tuve que desbaratarme hacia adentro cuando con el paso de varias petacas de ginebra Bols, empezaron a poner sus cancioncitas adolescentes y romanticonas que aducían fervorosamente a una escena ramonera argentina que para mí, en poco más de un año, se había materializado en la arquetípica imagen de la banda en miles de remeras circulando por ahí a diestra y siniestra. Así me contacté por primera vez con Embajada Boliviana, banda que el sábado 4 de octubre, en una noche envuelta por lluvia y bruma, característica de esta altura del año, tocó en un Niceto Club con una discreta asistencia.
Ya los había visto en mayo, cuando de un momento a otro anunciaron un desprevenido regreso tras una ausencia de varios generosos años. Para esa ocasión tuve el honor –porque no se puede llamar de otra forma- de asistir con una de las poquísimas personas que en Colombia escuchan y siguen vehementemente a esta agrupación platense. Aquella vez, en un Teatro Flores atestado de gente, el show pasó contrastado por varias circunstancias que fueron testimoniadas para Brandy con Caramelos por mi colega, Jairo Muñoz, aquel que me enseñó expresamente el poderío entusiasta y contextual de Embajada. Asumo esta escritura como un reto, debido a que he querido que me empañe la fosca de su fanatismo y que yo no pretendo igualar, pero sí soslayar la enseñanza que significa aprehender a escuchar una banda sin terquedades y con juicio de raíz.
Ahora bien, son las 21:30 y Niceto no tiene ni la mitad de su espacio lleno. Un coro eskorbutiano liderado por gentes de disímiles edades –rasgo que difícilmente no dejó de llamar la atención de cualquier concurrente- llama al inicio del show: Ya no quedan más cojones, Embajada a las elecciones, Para vivir alegre y Contento y Embajada al parlamento. Surge la banda a un escenario envuelto en ponderaciones y al son del “un-do-tres-cua” empiezan con No tengo nada y a modo de delirante retahíla y con cortos intervalos para combatir el calor y la sed prosiguieron con «Que le voy, mi dulce, ella está loca, otra vez, se va, viejas, sólo un día más, enfermo, pateando basura, pobre corazón, pregúntale». Siento que Embajada es banda para atender con la estridencia vigorosa e iterativa de sus melodías –influencia claramente ramonera- y la honesta claridad -invulnerable por demás- de sus letras.
Tal vez sus intervenciones entre canción y canción no puedan superar sus contundentes legaciones líricas que transitan por todo lo largo y ancho de la vida: el amor, la calle y sus avatares, la marginalidad, los vicios, los sueños, la desdicha, etc.
Paran. Y todos sabemos lo que se viene: la sección acústica del recital. Con una puesta en escena muy íntima y traslúcida, Juli agradece a todos los asistentes por el aguante y la paciencia, y sin parsimonia alguna se sumerge en la tersura de sus canciones: Camino a la sanidad, Silencio en la tarde, Me llevaré, Alguien como yo, Después de la tormenta, Los poetas, Amor eterno y Todavía. El ambiente sobrelleva un hondo atentado que hace digerir al público la doble conciencia con la que se puede asumir la música de Embajada: el cartel rebelde medio anárquico, lioso y estridente matizado con la sutileza y profundidad poética de un acústico que rompe punkeramente con la punkeridad misma, en la medida de sus posibilidades expresivas y pragmáticas: el pogo se rasgó en figuraciones corales que no tenían nada que envidiar a los alaridos ni a los codazos del mismo.
Nuestra querida fotógrafa, asociada a la zona mixta de artistas y prensa, tuvo el sortilegio de hablar con Kuntacu –el guitarrista principal- mientras sucedía la presentación de Juli. Los ítems de la conversación: Todo lo que tiene que ver con Embajada es extraño. No se puede hablar de más apoyo que el del público ni más entrega que la de la banda. Más de 20 años de historia, con seguidores de todas las edades y aquí nadie vive de la música. Hay fuerza, amistad y compromiso, planes y grandes sorpresas para el año que viene…
Se baja el telón con una fuerte sacudida de aplausos a Juli, para dar paso a la tercera parte del show que se abría con un cartel que revivía el coro eskorbutiano y los mismos acordes de aquella celebérrima canción vasca, como para irrumpir una vez más las pasiones de los asistentes con la frecuencia automatizada de los clásicos: No pienso cambiar, Yo estaba mal, Cosas que pasan, Novio, Corre corre, Pedro y Juan, Montón y Memorias de la guerra. Fin. Pasan algunos minutos y asediados por la insistencia de los encomios del público, vuelven al escenario -la decena de músicos que hoy por hoy hacen parte de Embajada– y haciendo un venia como sólo pasa en aquellos lugares donde la gente asiste a apreciar auténticas obras de arte se despiden de su afluencia.
Hay recitales que nos dejan inmersos en una circunstancia cualitativa. Si bien es cierto que el fondo cuantitativo regala ciertos dotes de efusividad debido a la contingencia de gentes y voces y empujones por todas partes, la noche de este sábado en Niceto recibió una vez más la afectividad de lo estrictamente cardinal y genuino, territorio liminal en donde no se necesitan sobrantes y por antonomasia nunca hay faltantes. Fuimos los que fuimos y estuvimos los que estuvimos Pateando basura y abrazando Memorias. Para mí, y después de Embajada, ni los Pistols ni los Ramones son equiparables, pero sí son caldo del mismo cultivo y con las mismas injerencias y exasperaciones punkeras.
hola, lei el articulo pero es muy confuso de leer, que se pierde en un mar de palabras que no son necesarias , talvez por querer escribir con algo de poesia , a veces es mejor menos .
EL texto me parece perfecto y me inspira a escuchar a la banda. Confuso? hay que expandir la fronteras de lo que entendemos como correcto y animarse a lo que te resulta desconocido. ah! me encantan los mares de palabras especialmente porque más, casi siempre es más! OPEN YOUR CANTOS!!!!
Gracias por leer el post y comentarlo, pero quienes escriben en Brandy tienen la total libertad para escribir cómo se les cante. Abrazo de gol.
dios mio!! a los que le resulta mal recibir una opinion personal y ponerse a la defensiba son los mas cerrados de mente, saludos !!
defensiva
demasiado confuso… parece que queres demostrar mas tu conocimiento de la lengua que describir el show.
Estimado CJ soy Julián, cantante de EB, recién hoy descubrí esta (descripción-opinión,-nota periodistica- historica y documental) Me pareció excelente, entretenida, poetica y muy bien escrita. Se disfruta mucho cuando se lee o se deja leer… y sobre todo, no subestima al publico, que es lo más importante!!! Muchas gracias amigo desconocido!!! Espero nos conozcamos algún día.