Me toca escribir sobre El viento en un violín para ustedes, brandyleros, y me encuentro en una encrucijada de opiniones. Pero eso, cuando vas a ver una obra de teatro puede ser algo bueno y habla bien de la obra. En primer lugar porque esta apuesta de Tolcachir me gustó mucho. Este director es uno de los fundadores de la hoy institución del teatro off Timbre 4 que desde el 2001 se autogestionó un lugar donde hacer lo que el grupo quisiera como quisiera. El viento y el violín representan por eso para este joven amante de su vocación dos imágenes disruptivas que, sin embargo, para ellos hacen música. Yo pensé que la imagen era desacertada porque en general si el viento hace sonar un violín las cuerdas hacen un ruido que está lejos de una armonía bailable. Se requiere muchos años de estudio y práctica para hacer sonar este instrumento de manera al menos razonable. Pero evidentemente estos tipos sienten que el fruto de su trabajo de años y de su talento es como el soplido del viento, les sale natural.
Esta naturalidad se traslada al escenario y por eso esta historia atrapa y convence. La puesta en escena y la dirección generan esa magia que toda obra de teatro necesita para que los espectadores pasen un gran momento. En clave de comedia, hay dos historias que se cruzan de manera inesperada. Por un lado, una madre de clase media alta, de barrio canchero que está ahogando a su hijo para que sea feliz. El hijo, un pobre tipo al que le falta tener un poco de hambre y está abonado a terapia, está estancado en su vida, sin carrera, sin trabajo, sin amigos pero con madre. Por el otro lado, la empleada de este par disfuncional que vive en el conurbano en una casa rústica sin divisiones, enfrenta la realidad de que su hija es lesbiana y trajo a vivir con ella a su novia con la que quiere tener un hijo. Con este objetivo, estas amantes sencillas van a una fiesta en busca de un padre para su bebé. Son todas historias de amor en las que “el amor es más fuerte” ¿Hippie? Sí, re hippie.
Lo que es innegable es que hay un gran trabajo de equipo e individual, en el que se destacan las actuaciones de Lautaro Perotti y Miriam Odorico. Pero si no fuera un excelente conjunto no lograrían captar la atención de los espectadores de manera tan eficiente. Sin embargo, hay giros raros y situaciones cuestionables. Es que más allá de ser un gran espectáculo y entretenimiento, cuando llegás a la esquina se te pincha la burbuja. Esa sonrisa que te llevás impresa en la cara al salir del Paseo La Plaza se reencuentra con la sospecha: ¿qué me quiso decir? Si fueran dos hombres lo que buscaran un bebé y pasaran por la misma situación, hubiera sido completamente inaceptable ¿Lo dejamos pasar por esta vez? No pretendo adelantar nada que no corresponda, pero me animo a invitarlos a ver esta comedia y a contestar esta pregunta. Esta es mi encrucijada: lo pasé genial y es un gran trabajo pero la historia tiene momentos raros y un desenlace un tanto naïve. Como les decía al principio, puede tratarse de una virtud de la obra porque es muy difícil no tener algo para decir ¡No se la pierdan!
El viento en un violín está en el Paseo La Plaza (Av. Corrientes 1660) los días viernes a las 20:00 h, los sábados a las 22:30 h y los domingos a las 21:30 h.
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