Devas: «Vulkania» (2014)

devasLlega a mis manos un disco que en su portada muestra una luna de umbrales amarillentos con un fondo tan blanco que parece una suerte de conducto, y en el que, por demás, se hunde una figura humana no en caída, sino en subida libre. El arte es potente hasta ahí, pero una vez desdoblé la caratula me encontré con un pequeño póster que, emergiendo de las penumbras de una ciudad envuelta por un cataclismo, representa un astro excesivo y luminiscente que todo lo devora y lo redime, bien sea como un origen o como un final. La ilustración da la bienvenida al arrasador universo Vulkania forjado por Devas.

Vulkania (2014) es el segundo trabajo discográfico de este power trío porteño que desde 2009 viene perfeccionando una imperturbable y cruda miscelánea de stoner y psicodelia, con secuelas que gravitan entre un evidente virtuosismo instrumental y una vertiginosa experiencia sensorial muy parecida a la que en su momento empuñaron Los Natas con poca letra y mucho sonido. No es coincidencia que la producción del disco hubiera estado a cargo del exNatas y hoy Ararat Sergio CH, que además, también colabora con arreglos en algunas canciones.

La viola vulkánica se desliza como un recreo de autonomía e improvisación que irrumpe en tempos lentos y medios, con riffs que vagan sagazmente a diestra y siniestra. El bajo, inquieto y cargante recuerda a un Geezer Butler notablemente pasado de distorsión y muy entregado a la experimentación y al ensayo. La batería desata un caos con elocuente nervio que sólo es contenido por el rigor galopante de sus golpes, instituyendo la atmósfera general del sonido. Sus temas, aunque podrían estirarse hasta los ocho o diez minutos, precisamente por el género que se cuece, mantienen una duración discreta y muy contundente –Púrpura (5:15) es el tema que más dura- y que pone sobre la mesa la conciencia de la banda a propósito de su música: si fueran más largas rayarían con el aburrimiento y la monotonía, porque su sonido desmedidamente volátil, aunque muy creativo, no es fácil.

En Rute, una canción rapídisima se dice: “Esta vez, no me iré. / Buen viaje hacia la luz, / sólo es tiempo lo que nos separa, / te prometo resistir, hasta el túnel blanco…”. Esta es la única frase que ruge en todo el disco y que no sólo sirve como alcantarilla de interconexión entre la agudeza de la portada y el disco en sí mismo, sino que también revela el viaje valvular tan introspectivo como demoledor en el que Devas sumerge a sus escuchas en esa ruta que transita desde la oscuridad terrenal hacia la extraña luz de Vulkania.

Enhorabuena el trabajo de Devas que pone de manifiesto, una vez más, que en la Argentina el stoner ya tiene escuela.

Giovanny Jaramillo (CJay)

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