Después de Simple (2013 – escuchar ACÁ) reaparecen Los Antiguos con su segundo trabajo de estudio titulado Madera Prohibida. Si el primer disco lo llamaron así porque como aseguran ellos les resultó “simple” hacerlo, Madera Prohibida se llama así porque hace algunos años David Iapalucci –el encargado con Sergio Conforti de hacer tronar las violas en este quinteto- compró sin saberlo una Gibson hecha con una madera de un árbol en extinción y, después de una seria investigación, el mismísimo FBI la incautó, hasta que fue aclarado el asunto y el instrumento que aquí es dinamita para los oídos fue liberado.
El sonido que expone el disco en cuestión supera con creces la etiqueta de metal, stoner, hard rock o lo que sea que dentro del rock funcione como sinónimo de “pesado”. Madera Prohibida es un vuela sesos de 31 minutos bien repartidos en 8 temas contundentes e inagotables. El álbum tiene, además, un plus ultra narcótico y es que después de escucharlo completo y sin aspavientos uno queda con incontrolables ganas de volver sobre él. A esto se le suma el virtuosismo vocal de Larralde que funciona como una suerte de filigrana que se entremezcla incansablemente con la sobredosis de rapidez agenciada por la batería de Huija y los superávit de distorsión en el bajo de Mow.
Convengamos de una vez que sonar bien, con rigor y fuerza y sin caer en lo estrepitoso, no es fácil, y esta convención la sobrepasan lejos Los Antiguos en este trabajo, que ostenta con amplia suficiencia una personalidad musical diligentemente trabajada, además de un sonido tan limpio que pone en duda que haya sido grabado en tan sólo tres días.
Ahora bien, las letras de Madera Prohibida, trabajadas por Larralde –gran lector de Lovecraft y Poe- a dúo con cada uno de los integrantes de la banda, dejan ver hondas obsesiones que gravitan entre lo más sombrío del género humano (Te lo vengo diciendo, La gran campana y Eslayer te va a matar) y la detracción social y religiosa (H.P.V., El hombre que no se puede ir y El inventor del mal). Quedan flotando C.O.C. y La culpa al viento: el primero es un temazo instrumental que abre el disco y que me recordó, particularmente, varias canciones del Garage Inc. de Metallica, mientras el segundo, para mí el mejor tema de este Madera Prohibida desde el punto de vista sonoro, consigue un verso como /Los veo, los huelo/Echándole la culpa al viento/Flotando sobre el cemento/, que brilla al lado de otros logros líricos como /Que no se corte la soga/Porque no habrá pedazos que juntar/ de La gran campana y /Atrapado por esa canción/En la ansiedad de la espera/, verso que brota fantasmagórico en cualquier lugar de El inventor del mal.
Los Antiguos volvieron y sin duda deben estar estallando cabezas, iPods y auriculares por doquier, aunque, como dijera el Pato Larralde en su reciente visita a Brandy con Caramelos Radio “La que elige es la gente, pero la que manda es la canción…”.
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