Es viernes por la noche. Hace un frío de morirse, realmente. Camino a la esquina de Lacroze y Álvarez Thomas más de uno lamenta no haberse quedado en la comodidad del hogar. Es difícil imaginar que se puede estar en un lugar confortable tras semejante travesía. Los huesos duelen en este comienzo de julio pero la cita vale la pena. Se trata nada más ni nada menos que de un show de Horcas, una de las grandes del heavy argentino y una de las derivadas de V8, la banda insignia del género en nuestro país.
Pasaron ya treinta años desde ese momento en que Osvaldo Civile y compañía pusieron la piedra fundamental para la edificación sonora y grupal de Horcas, y la banda está mejor que nunca. Es una pena que el fallecido guitarrista no pueda estar para disfrutarlo, pero la banda se encarga de homenajearlo y recordarlo a cada instante, remarcando que él es su líder, aunque ya no esté físicamente.
Durante mucho tiempo Horcas vio cómo el éxito y el reconocimiento (traducidos en plata) iban para los otros descendientes de V8, como Rata Blanca, Hermética y luego Malón y Almafuerte. El camino a la cima de la banda que hoy lideran Walter Meza y el Topo Yáñez fue el más largo, siguiendo al pie de la letra la afirmación hecha canción hace varias décadas por AC/DC. Y será por eso que tal vez se disfruta el doble, o el triple. Horcas hoy es una banda que suena impecable y le va merecidamente bien, consecuencia de haber defendido el metal a capa y espada sin necesidad de omitir las nuevas tendencias sonoras.
El disco es Por tu honor, la gira es Ahora o nunca. Y dicho tour hace una nueva parada en el Teatro Vorterix ya no para mostrar su último trabajo de estudio, sino para sacarle aún más brillo. Pueden hacerlo con soltura a pesar de la rigidez que siempre ha caracterizado al metal argento. Y ganan todos, porque se ve una banda que no pierde la fuerza a pesar del paso del tiempo y que también gana en matices que se meten sutilmente para que su propuesta sea aún mejor.
Por unos asuntos “administrativos” se retrasó unos cuarenta minutos la presentación de Granada, lo que llevó a que Horcas largara en un horario poco habitual, más allá de las 10 de la noche. Argentina, tus hijos es el puntapié inicial. Lo que viene después es un buen rato de metal a todo volumen y letras que invitan a pensar, algo que no está demás en estos tiempos anestesiados por tanta pavada que abunda tanto en la tele como en la radio e internet.
Y suenan, entre otras, Vence, Esperanza, con el Mono y Maikel de Kapanga, Destrucción, con Gustavo Rowek en la batería y el Niño de Los Violadores y Doble Fuerza en voces, y En la jaula. Todo impecable, salvo una pequeña mancha que fue el palo que se dio en el mosh uno de los muchachos del público por quien se tuvo que interrumpir el show y ser trasladado de inmediato. El profesionalismo de los Horcas, que se interiorizaron por la salud del pibe (que está bien según la organización) y días después pasaron a saludarlo, se notó en la entereza que mostraron para cerrar el show. Fue el final menos deseado, pero como buenos metaleros le pusieron la cara a un momento difícil. Por eso son respetados, por eso les son tan leales.
Alejandro Panfil
Fotos: Santi Sombra
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