La presentación de La rabia que sentimos es el amor que nos quitan no podía ser otra cosa que una fiesta. Los invitados fueron citados a medianoche al Uniclub para vivir una celebración bien rusa, con música, absenta, birra, amor, amistad y tetas. Maxi Martina llevó sus vinilos para rockear una atmósfera bien indie y amenizar los intervalos entre Krupoviesa y Mi amigo invencible. Es verdad que las etiquetas en general pretenden una uniformidad que no sólo no existe sino que nadie quiere que exista. Pero hay algunas variables que están presentes en una escena en la que a veces parece difícil encajar a Los Rusos Hijos de Puta, sobre todo cuando se trata de su actitud y sus letras tan cercanas al punk. Pero esta fiesta tiene una mezcla de todo porque la organizaron ellos y ahí está el punk, el indie, la simpleza del barrio y los brillos y colores del glam. Me la encuentro a la Rusa Luludot una hora antes de que tomen el escenario y comenta los nervios y la expectativa con la que están viviendo el momento. El Ruso Julián sale y entra metiendo gente de prensa y otros amigos, siendo el mejor de los anfitriones al saludar a sus invitados. Florencia también deambula por el primer piso charlando con la gente de los puestos en los que se venden los discos y remeras de los Rusos y de otras bandas amigas. (no les puedo mentir, a Santiago en la previa no lo vi)
Pasadas las 3 AM se escucha en off detrás del telón la dulce vocecita rusa: “Acá estamos listos, ¿eh?” pero me parece que en realidad quiso decir “DALEEEEEE”. Se abre el telón y arrancan a tocar el disco prolijamente, desde el principio como niños ordenados. Lamentablemente el sonido no ayudó y la voz no se escuchaba, y a lo largo del show la guitarra también tuvo algunos problemas con un pedal que parecía mojado y hacía ruido. Por suerte Florencia y Santiago armaron una base sonora firme y resistente que se mantuvo. Suenan Snowball y Halloween, y luego el glorioso La Federal. Son los temas que más suenan a Hola, con la melodía bien al frente y la voz sonando clara y armoniosa, los que más calientan la noche y corean los asistentes. Pero los rusos tienen un poco de todo para mostrar, hasta un fibroso bailarín en shortcito. El bizarro se diluye en las hormonas efervescentes de besos y palmadas en la cola, pezones al aire y mimos cachondos. No sólo entre la pareja, hoy, más famosa del under, sino entre todos, la comunidad idealista que está convencida que el trabajo, tal y como generalmente se entiende hoy en día, no dignifica. Ponen en primer plano el deseo, la pasión y el hambre que los está transformando en cenicientas. Ese amor que predican le enseñó a Flor a tocar la batería, los llevó a México, les permitió sacar su disco en España y los trajo después de 3 años al Uniclub repleto de seguidores que están ansiosos por compartir esa libertad que profesan. Para algunos puede sonar naïf pero para ellos es la fuerza que les permite levantarse a la mañana y cumplir sueños. Idealismo hasta el absurdo que parece estar dando resultado.
El vivo se nutre de esta energía y muchas veces logra hacer que olvidemos la calidad del sonido para disfrutar del momento. Yo creo que este fue el caso para muchos que, cuando terminaron de tocar Los Rusos, pensaron que había sido un show corto, que se había pasado volando.
Pasaron en esta presentación de disco nuevo muchos amigos de la banda hasta que los Krupoviesa coparon el escenario y La Rusa arengó: “Somos gente joven y tenemos cosas para decir porque a ninguno nos gusta el mundo de mierda en que vivimos”. Se muestran tetas rusas de todos los tamaños para una selfie final con el público que mayormente se mantuvo vestido. Así cierra el telón el Uniclub como a las 5 de la mañana y quedan los que se van a ir con el último trago bailando al ritmo de los vinilos de @MaxiMartinaOK. Dejan su huella hormonal Los Rusos Hijos de Puta que están recién arrancando una carrera que cada día convoca más.
brandyconcaramelos.wordpress.com 
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