Alguna vez caeremos en la cuenta de que la vida es una sola y que, si bien se pueden vivir varias en una, es una sola al fin, y nadie más que uno es el responsable de darle su impronta. Es decir, nadie la puede vivir por vos, aunque se mueran de ganas de imponerte sus máximas, sus mandatos, sus errores. También algún día tal vez entenderemos que el deber ser depende de cada uno y ser consecuente con ese deber ser elegido, también.
No hay edades para escuchar punk. Es una idiotez creerse eso de que NOFX u otras son bandas de sonido de la adolescencia. Si gustan, si son creíbles o si simplemente mejoran el día a día, no tienen por qué tener fecha de vencimiento. ¿O acaso qué habría que hacer luego? ¿Escuchar Fito Páez, Arjona, Dyango?
La oportunidad de cambiar el mundo y sacarse esos mandatos de antaño está en cada uno de los que pertenecemos a esta tercera o cuarta generación de rockeros. El rock tiene sólo medio siglo de vida y quien no haya tenido la oportunidad de ser contemporáneo al rock no lo entenderá jamás, pero sí nosotros, los que por ejemplo fuimos una vez más a ver a NOFX. De nuevo, porque no hay mejor manera de vivir esta única vida que vivir la propia y no la de los demás.
Llámenles pendeviejos o inmaduros, pero lo concreto es que están acá nuevamente Fat Mike, El Hefe, Eric Melvin y Erik Sandin, para seguir tocando punk rock y defender la idea de que no hay por qué cambiar a determinada edad, ya sea por esclavitud mental o básicamente por el qué dirán. “Mis noches deberían terminar a las diez de la noche y no a las seis de la mañana, pero es así. Aun me emociono cuanto tocan los Adolescents… me despierto sin saber lo que pasó la noche anterior, pero pensando que estuvo bueno. Debería actuar como un adulto, pero aún tengo el corazón de un jovencito… Cuando tu banda duró más tiempo que los Ramones y los críticos te llaman los Rolling Stones del punk, es ahí cuando te das cuenta que esto es de por vida”, escribieron alguna vez en Everything in moderation. Y hoy, con cuatro décadas de vida en sus espaldas, salen a divertirse y ser consecuentes con ese manifiesto hecho canción.
Su uniforme es el no uniforme, su actitud es la de “hago lo que quiero, me gusta y nunca voy a dejar de hacerlo. Los horarios, dentro de lo que se pueda, los pongo yo. Y si te gusta, bien, y, si no, también”. Son las 10 de la noche, la supuesta hora de ir a dormir, pero todo el mundo en el Malvinas Argentinas hace como que se está despertando a esa hora para vivir una jornada larga, ya sin la luz del sol pero con muchas emociones por delante. Ya se fueron los Shaila y los 2 Minutos. Las luces se apagan de a una, los instrumentos quedan acomodados por última vez y se viene el punk que nos mantiene jóvenes, pero en alerta constante por un mundo que se va a pique por los hombres de traje, los que gobiernan y sí se privan de mostrar algún que otro gesto o acto de madurez… Salen los músicos y con ellos se viene la alegría, el sarcasmo, la crítica, la claridad de sus letras bien directas. Se viene NOFX. Se viene una gran noche de punk rock.
Seeing double at the triple rock y Sticking in my eye marcan el comienzo de dos horas de máxima velocidad que tendrán de todo, como Leave it alone, Eat the meek, la colosal The Decline, Linoleum y el cierre con Kill all the whiteman. También entre tema y tema están los diálogos con el público, los chistes en spanglish y un aviso de que habrá un libro de la banda para marzo de 2016. En fin, hay de todo en esta noche en La Paternal a puro punk rock, ese género al que el experimentado y cuarentón Fat Mike definió como “una música grandiosa hecha por músicos malos y borrachos”.
Y no hay edad para escuchar punk rock, no hay por qué dejar de hacerlo. Sólo hay que ser conscientes de que somos contemporáneos a este tipo de música y que estamos ante la posibilidad única de ser los primeros abuelos que escuchen NOFX ¿La vamos a desaprovechar?
Alejandro Panfil
Fotos: Dahian Cifuentes
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