Otra entrega de Exodus como una patada en el pecho se vivió en Groove. La emblemática institución del thrash, ese ente que ha mutado múltiples veces con cambios en su formación desde los comienzos de la escena hace más de treinta años en Bay Area, San Francisco, mantiene viva la esencia de sus raíces y hasta el día de hoy sigue en pie de guerra.
Una masa negra de remeras negras de Anthrax, Megadeth y Slayer, entre otras, se pasearon en la fecha que cerró el primer mes del año con la rapidez que Exodus imprime en cada show. Sin importar la formación de la banda, que dio a luz su primer trabajo en el 85 con Bonded by Blood y tuvo como miembro original a Kirk Hammet, de Metallica -que abandonó en el 83-, la legión de radicales de larga melena en esta latitud se mantiene en pie de guerra con ellos, en especial con Gary Holt, el guitarrista que se ha encargado de mantener con vida a la banda.
Con el “encantador” sonido de Groove, Serpentor precedió con fuerza a los norteamericanos, que tuvieron un sonido limpio y alentaron desde el primer segundo el mosh pit. Un carismático ‘Zetro’ Souza demostró las variaciones de su voz, pasando de los característicos agudos a voces más graves en el abanico de temas que interpretó. Como no podía ser de otra manera, los temas de su último álbum, Blood In, Blood Out, destacaron con una gran acogida: “¡This motherfuckers are crazy! We must be in Buenos Aires!”, dijo con emoción el vocalista ni bien terminó el tema que le da nombre a su último trabajo.
Y es que temas como éste, que imprime en coros nuevos matices del metal, acorde con la evolución del género, son indispensables para un público apasionado que conoce de heavy metal. Sobresale también el hecho de que Exodus, a pesar de ser una banda influyente, mantiene un perfil moderado, haciendo auténtica a una banda que pareciera sentirse más cómoda tocando en pequeños recintos que en estadios.
Riff tras riff, y con punteos extra limpios, vimos como Gary Holt y Lee Altus se enfrentaban armónicamente mientras Steve “Zetro” Zousa acompañaba con air guitars los movimientos y sonidos que exaltaban las violas, un acto que quizás todos los que escuchamos rock o metal siempre hemos realizado en el éxtasis de nuestros temas favoritos.
Con el agitado despliegue de temas que saltaron de década a década, destacaron, a gusto personal, Blood In Blood Out, Salt the Wound, Body Harvest, Metal Command, War is my Sheppard, y por supuesto, Bonded by Blood. Destacó también el mosh pit, que a pedido de la banda siempre se mantuvo vigente mientras volaba cerveza y fernet.
Una fecha memorable que tras 15 temas cerró con Strike of the Beast, último corte de su primer álbum, y que deja las puertas porteñas bien abiertas para que esta mutación, o la próxima, vuelva a visitarnos.
Texto: Andrés Carrizosa
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