Yo no duermo la siesta [Teatro]

yo no duermo la siesta“Yo no duermo la siesta”, dice una nena disfrazada y con zapatos de señora que le quedan enormes y la hacen caminar como pisando huevos. Es una de esas afirmaciones que auto-afirman, esas que los chicos usan para aprender a marcar sus límites y su territorio, para diferenciarse y para afianzar su “yo soy”. Pero que a los grandes nos hacen gracia y nos enternecen (o en casos límites nos sacan de quicio) mientras pensamos: “¡Qué amor que la mocosa crea que su opinión es relevante!”. Pero si la mocosa no duerme tampoco tenemos forma de obligarla (sin drogas ni violencia, cabe aclarar, que están prohibidas en el nuevo código civil). Cuando pienso en frases como estas también pienso en la lógica de la infancia, tan magistral y estratégicamente implementada con la inocencia y la crueldad, y la belleza, que sólo puede tener un/a nene/a de primaria. Y cómo, con sus pequeñas existencias, los más chicos logran teñir como un virus o como una plaga todo lo que tocan, logrando que una tarde cualquiera se transforme en un circo de disparates con sus prejuicios, sus preguntas, sus preocupaciones y sus premoniciones. Esta obra de teatro, Yo no duermo la siesta, es una obra de adultos que fue intervenida por la mentalidad infantil de dos nenas que, de manera enternecedora, van por todo.

Pero estamos ante una obra sin protagonista, como si la protagonista fuera la obra o algo externo a la obra. Lo raro de esta situación es que se trata de un conglomerado de diferentes elementos y golpes bajos (bien en el estilo de la novela, ahora turca, de las 3 de la tarde) que pareciera reclamar un/a protagonista. Mejor aún, las historias de los personajes compiten por ganarse su lugar de privilegio. Pero gana el entramado de todas ellas aunadas por la levedad desenfrenada de la infancia, bajo el título de Yo no duermo la siesta, porque al final nadie duerme la siesta.

En una casa de provincia y barrio obrero viven Rita, una nena de unos 10 años, su mamá, su tío y la chica de la limpieza. Los acompaña provisionalmente Natalie que está en una situación muy complicada. Sus papás la dejaron al cuidado de esta familia porque su mamá, luego de una enfermedad larga, está por morir y quieren evitar que presencie el momento. Ella tiene la misma edad que Rita y juntas le imponen a este día tan particular su lógica infantil, de juego e imaginación disparada en mil direcciones. Lo que hace muy difícil el trabajo de Dorita, la empleada, que debe encargarse, mientras la señora de la casa se va a trabajar, de las dos niñas, el tío discapacitado, el perro, la limpieza, la cocina y su crítico momento de pareja. Ahí están las chicas en plena preparación del videoclip de una cumbia reguetonera empalagosa y, sin escrúpulos, incluyen al tío mentalmente retrasado y dormido en la hipotética filmación. Dorita trata de dormir la siesta mientras su novio, el hijo de Cacho, la atormenta desde la esquina o desde el patio del fondo de la casa. El tío con sus necesidades y sus ganas de trepar árboles y ver chicas en la vereda trata de adecuarse, muy confundido, a la rutina. Hay amor, desapego, crueldad, ingenuidad, una tristeza insondable y una alegría superficial pero imperiosa que a los espectadores nos hace reír hasta llorar o, al revés, llorar hasta reír y sin saber bien porqué.

La dramaturgia y dirección están a cargo de una de las hermanas Marull, Paula, mientras que su hermana gemela, María, monta una Dorita excepcional que muta de mucama a diva y de nuevo a mucama como una cenicienta raptada por su hada madrina. Todas las actuaciones son verdaderamente buenas y el conjunto es tan sorprendente y convincente que por momentos no supe en dónde estaba sentada. La puesta en escena nos muestra lo justo, con espacio para imaginar lo que falta como una prolongación natural de lo que se ve: el aire pesado de tierra y calor, los árboles y la casa de la vecina al fondo del pasillo en la vereda de enfrente, la esquina y “los pibes” coqueteando con sus motos, en fin, el barrio. Las chicas que pintan y redecoran un entorno que necesita algo más que revoque y pintura; las chicas que encuentran refugio en el juego y en el “como si” de su universo que es un verdadero mamarracho, hermoso e imperdible.

Yo no duermo la siesta está en el Espacio Callejón (Humahuaca 3759, esquina Bustamante) los miércoles a las 21h.

2018: Sigue en el Espacio Callejón (Humahuaca 3759) los jueves de septiembre a las 21h. IMPERDIBLE

El miércoles 5 de septiembre a las 20:30 la ves GRATIS! en el Centro Cultural 25 de Mayo (Av. Triunvirato 4444). Las entradas las buscas 1 hora antes de que comience la función.

yo no duermo 3Ficha técnico artística
Dramaturgia: Paula Marull
Actúan: Agustina Cabo, Sandra Grandinetti, María Marull, Marcelo Pozzi, William Prociuk, Micaela Vilanova. En 2018 con Laura Grandinetti, Luciana Grasso y Mauro Alvarez.
Vestuario: Jam Monti
Escenografía: Jose Escobar, Alicia Leloutre
Iluminación: Matías Sendón
Sonido: Micaela Vilanova
Diseño gráfico: Natalia Milazzo
Asistencia general: Lara Todeschini, Javier Torres Dowdall
Prensa: Carolina Alfonso
Supervisión dramatúrgica: Javier Daulte
Coreografía: Silvia Gomez Giusto
Dirección: Paula Marull
Duración: 70 minutos
ESPACIO CALLEJÓN
Entrada: $ 150,00 – Miércoles – 21:00 hs –
2018 $300 o 2x$500. Descuento para estudiantes y jubilados a $260

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