The Exploited: honestidad, actitud y electrizar el tiempo en el escenario [review]

Si bien para un punk lo único que tiene sentido es su música, también es cierto que, en su anárquico mundo sin futuro, el caos adquiere una elevación de sentido más que considerable. Música y caos es igual a punk. Música sin caos puede ser cualquier otra cosa.  Buena o mala. No importa. Pero no podrá ser punk. Nunca. Eso está claro. Antes de seguir definamos punk desde sus vísceras, desde lo silenciado, desde lo que verdaderamente es y mucha gente quiere desvirtuar con ideologías normalistas y políticas mentales de compromiso y buen comportamiento. El punk es disturbio, revuelta, sedición, fiesta, protesta, ataque, vicio, éxtasis, destrozo, estrago, rebelión, rotura, delirio, falta, incorrección, ruido, exceso, provocación, indisciplina, violencia, sexo, desafío, duelo, distorsión, caos, desconcierto, demolición, alcohol, contradicción, destrucción, odio, droga, desobediencia, anarquía, libertad. Y el que se atreva a decir que nada de esto tiene un lugar importantísimo en la consciencia de la sociedad que nos es contemporánea que tire la primera piedra con el poco de fuerza que pueda extraer de su mojigatería. Así nació el género que a muchos nos convoca y si algún día muere, así debe morir, gritando, combatiendo, rompiendo, diciendo lo que nadie quiere escuchar, siendo la piedra en el zapato, la incansable incomodidad, el miedo en los soslayados ojos del pudor y el sobresalto en las artificiales caras de la corrección, funcionando como el espejo de lo más esencial y lateral de la sociedad, el reducto de ella, pero siempre, por supuesto, dentro de los márgenes del arte que le permite ser todo lo que es: la música.

Ahora bien, hay punks a los que no les corre sangre por las venas, sino volumen. El sonido es lo que los mantiene en pie, saltando, moviéndose frenéticamente, tal vez diciendo nada, balbuceando estupideces, o vociferando verdades absolutas y exponiendo mensajes de interés general, pero ¿a quién le importa? De lo que se trata es de electrizar el tiempo sobre el escenario, destemplándolo, distorsionándolo, haciéndolo rugir, tal cual como lo siguen haciendo, después de poco más de 35 años de carrera, los escoceses de The Exploited que, el pasado jueves 28 de abril hicieron volar el Groove con sus dinamitas sonoras, en una noche que con suerte se acercaba a los dos dígitos de temperatura.

The Exploited es una banda que ha trasegado los caminos del rock de una manera muy particular. Empezó como una banda de hardcore punk que mutó a crossover thrash para después irse hacia el street punk o directamente al oi! hasta coquetear con el anarcopunk y el heavy metal. Esta pluralidad de sonidos evidencia la concurrencia de gente a sus conciertos. Uno puede ver metaleros, thrasheros, harcoreros, punkis, skinheads, etc., lo cual no sólo es señal del híbrido que han forjado con el paso de los años, sino justamente de la popularidad que tienen y la unión de escenas que han moldeado con sus ocho trabajos discográficos y sus perseverantes idas y vueltas por el mundo entero.

Con ellos uno entiende que algunas veces no es necesario el despliegue de tanta parafernalia para que una banda salte sobre el escenario. Todo da igual porque la banda se defiende sola. Lo de los escoceses es lo que escasea preocupantemente en muchas bandas de la escena actual: honestidad y actitud, porque el resto es, consecuentemente, punk. Y es en este punto donde encaja la definición del género que forjamos al principio, ya que ellos pertenecieron a la que tal vez fue la segunda camada más radical del punk británico, después de Sex Pistols, The Damned y UK Subs, y de la cual surgieron bandas icónicas como GBH, The Varukers y Discharge.

El ex carnicero, ex militar, rival oficial de Jello Biafra e hincha del Hearts escocés Wattie Buchan no paró de moverse durante toda la presentación y golpeaba su cresta roja con el micrófono cada vez que iniciaba una nueva canción. Es un viejo anfetamínico con una barriga dura y exuberante,  sus casi 60 años son electricidad pura, son fuerza y procacidad sin límites. También es un provocador de ojos perdidos que no da descanso a su mandíbula y un escupidor de primera mano. Tranquilamente pudo haber expectorado unas 100 veces sobre el escenario y no sería una exageración asegurar que recibió tres o cuatro veces más, por parte del público, la cantidad de saliva que el mismo vertió. En la batería su hermano Willi Buchan aportó las infalibles cuotas de celeridad y fibra. Robbie Davidson hizo lo propio con su desarraigada viola traída de otro mundo, mientras Irish Rob se descuartizó  las manos con un bajo excedido de urgencia.

Una hora y media les bastó para enloquecer a un público que veía volar toda clase de cosas por los aires. Un público que entró  con auténtica religiosidad a la licuadora y que no dejó de zarandearse mutuamente ni un solo instante. Hicieron clásicos como Exploited Barmy Army, The Masacre, Fuck the System, Chaos Is My Life, Porno Slut, Fuck the USA, Beat the bastards, Sex & Violence y Punks Not Dead. Todos notables. Vertiginosos. Presididos por el vigor.

Con The Exploited volvió a Capital Federal el punk nato, el salvaje, el más belicoso de todos, después de su última presentación en el Teatro de Flores  allá por diciembre de 2013. Volvió para quedarse en la memoria de los asistentes, nadie sabe si para siempre,  ya que con ellos todo es azar. Quizá mañana estén presos, internados o hasta reventados. De cualquier manera, su música es toda una misión explícitamente desinteresada que nos recuerda a muchos que el punk es todo lo que tenemos, que podemos hacerlo nosotros mismos y que todo lo demás, dentro o fuera de la podrida, mansa y conformista viña del señor, no es más que engaño y disimulo.

CJay Jaramillo

Fotos: Walter Orol

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