«Esto no es un ejercicio de psicodrama, esto es un ejercicio de rock and roll», afirma Walas y lanza su primera ironía con un solo destinatario. Echa un sorbo, se hidrata y agrega: «Esta agua está descontextualizada».
Vamos a parafrasear al cantante de Massacre y su ironía hacia Gustavo Cordera para poner en contexto el show que dieron en Museum. Como es sabido, Massacre transitó durante el 95 por ciento de su historia por el under porteño y tuvo la posibilidad de sacar la cabeza a la superficie en oportunidades puntuales, ya sea para aparecer en la extensa grilla de algún festival o para telonear a alguna banda de afuera, llámese Ramones. El otro cinco por ciento de su existencia es el que están transitando ahora y se trata nada más ni nada menos que del deseado pero a la vez temido mainstream. Walas aclaró en más de una oportunidad, incluso a Brandy con Caramelos, que le gusta tanto el under como el mainstream, porque ambas etapas en la vida de una banda tienen de lo bueno y de lo malo en partes casi iguales. Ahora bien, el mainstream que hoy goza merecidamente tiene sus cuestiones que empiezan a notarse, y una de ellas es la falta de frescura con la que está apareciendo la banda en los escenarios.
Tras haberle dado varias vueltas al circuito habitual de La Trastienda y el Teatro Vorterix, el factor sorpresa que le quedó a Massacre para presentar su disco Biblia Ovni fue albergar a su tribu skater en esta especie de reapertura que experimenta el bello local de la calle Perú, con escenario al fondo y tres pisos con balcones laterales. El resto ya es más previsible, porque no hay demasiada novedad ya en las encuestas y pases de revista de Walas. El público hoy ya puede saber de antemano cuales van a ser los tópicos a tratar, como la clara mención al ex cantante de Bersuit Vergarabat y el escándalo que salió eyectado desde el aula de un terciario. Es cierto también que, por más que el crecimiento de la banda es progresivo e innegable, ya se empiezan a notar climas muy diferentes entre tema y tema, porque no tienen el mismo peso y calidad y porque de eso también depende que el show levante o decaiga. Y si bien la novedad es Biblia Ovni, es este disco “mainstream” de Massacre el que provoca los momentos más bajos del show, con temas que incluyen texturas más acústicas y a media marcha. Vale aclarar la diferencia entre sí: Biblia Ovni (Mi amiga soledad, Niña Dios, Domador de jaguares, La Nave) es un disco correcto, Ringo (Tengo captura, La virgen del knock out, Tanto amor) es un muy buen disco y El Mamut (La Octava Maravilla) es un disco excelente, sin dudas el mejor de todos.
La columna vertebral y por la que se sostiene un show importante la tienen garantizada con Te leo al revés, Llena de fe, Nuevo día, Plan B, Tres paredes y Mi mami no lo hará. Aunque Bowie merezca múltiples homenajes, los dos covers seguidos de Starman y Moonage Dream están lejos de ser un gran valor agregado en la larga velada de presentación de Biblia Ovni. Con estos dos clásicos, la meseta en medio del show se hace lamentablemente más pronunciada.
El mainstream tiene sus reglas y el mainstream no admite innovación, sino la explotación de la fórmula. Y allí está el nuevo desafío de ruptura que tiene que enfrentar Massacre, banda que merece el lugar que hoy goza, aunque haya resignado ese factor sorpresa y esa frescura que la hizo ser la más querida y respetada del under porteño. La banda, por cómo construyó su actual realidad, siempre tendrá el crédito abierto y es muy probable que vuelva a recuperar el factor sorpresa, ese que debe andar dando vueltas por algún show o algún disco del futuro. Walas siempre dice que “Massacre es la banda que va a salvar al rock mundial”. Y le creemos.
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