Richie Ramone, mucho más que un baterista haciendo covers [review]

Hubo un tiempo en que los Ramones estaban vivos y generando un legado enorme traducido en una discografía casi sin fisuras y una legión de fanáticos a nivel global. Hubo un tiempo también en que la banda-Johnny-decidió disolverse en el momento en que creyeron adecuado y luego llegó el peor de los momentos de esta rica historia: comenzaron a morirse uno a uno hasta no quedar ningún ramone original. Los Ramones no existen más y esa es una realidad tan concreta como que es muy difícil encarar la lectura de las diferentes biografías que se fueron publicando y desayunarse de algunas cosas que tal vez hubiese sido mejor no enterarse nunca. Por suerte, quien tiene criterio y opinión propia es capaz de separar la obra del artista y seguir teniéndolos como referentes artísticos hasta el fin de los tiempos.

Quedó el legado discográfico, sí, y algunos ex integrantes de la banda que siguen dando vueltas por el mundo recreando algo de lo que fue la banda en los escenarios, por supuesto tocando el cancionero ramonero y dándoles algo de qué agarrarse a esos fans que quedaron huérfanos. Marky Ramone, que el año pasado publicó su biografía en la que da su versión de los hechos tras las versiones de Dee Dee, Johnny y hasta de Monte Melnick, es un abonado a las visitas a Buenos Aires. También viene seguido CJay Ramone, pero la figurita difícil, por un motivo u otro, siempre fue Richie, quien decidió dejar el saco y la corbata con los que da su testimonio en el documental End of the Century y puso manos a la obra no sólo para sacarle lustre a su gran legado en los Ramones,que incluye enormes canciones en tres discos refundadores de banda como Too Tough To Die, Animal Boy y Halfway to Sanity,  sino también para componer nuevas y muy buenas canciones.

Richie le escapa a eso de que el baterista es el mejor amigo de los músicos, tampoco es un baterista que hace covers. Todo lo contrario, ya que además de tocar como los dioses, compone bien y canta como los mejores con el vibrato de Marilyn Manson y la garganta rasposa de Duff McKagan. Richard Reinhardt, como su contribución a los idiscos mencionados de Ramones lo indica y da prueba, está llamado a componer hits de la misma manera que lo hacían sus ex compañeros de banda. No así es el caso de Marky, que ha decidido hace tiempo que no tiene ningún aporte que hacer en materia compositiva y que por eso ya no lanza discos y solo se limita a editar algunos covers invitando a diferentes cantantes.

Son las nueve y media de la noche en Uniclub. Ya tocaron Los Bizzarros y el escenario queda limpio para que Richie salde una deuda consigo mismo. La de ser un ex integrante querido y menos ignorado por los fans de Sudamérica. Ni Marky ni CJAy lo tienen como un amigo, mucho menos como un agradable conocido. Pero con el público es mucho más fácil acortar distancias y para eso están las canciones como Durango 95, Blitzkrieg Bop, Sheena is a punk rocker o I just want to have something to do.

Richie, además, no se une a la moda low cost de tocar con músicos locales sino que, siendo un lujo de estos tiempos para este tipo de artistas de ayer, trae a su propia banda y permite que sobre las tablas se luzcan el guitarrista australiano y con corte taza llamado Ronnie Simmons, la bajista londinense y encargada del puesto de merchandising Clare Mistake y el guitarrista/baterista Ben Reagan. Con ese soporte humano y musical Richie puede darse el lujo de tocar sus muy buenas canciones y de sacarles más brillo aún. Esto pasa con Somebody put something in my drink, Smash you, Can’t say anything nice o Animal Boy. También se divierte tocando los más nuevos de su etapa solista como I fix this y Entitled. Y, por supuesto, se divierte con una bizarra versión de Enjoy the Silence, de Depeche Mode.

En el ambiente se respira un aire de deuda saldada, pero todavía Richie siente que debe un último gesto, por eso baja del escenario apenas terminado el show a cumplir con lo que dice el cartelito en el puesto de remeras y discos. Allí lo espera una multitud de almas desesperadas por robarle una foto y un autógrafo donde sea y cómo sea. Feliz por haber honrado el gran legado ramonero y de haber elevado el listón para eventuales y próximas visitas, pide una pausa para hidratarse, agarra una de Quilmes de litro, echa un sorbo y canta, a capella, que alguien puso algo en su bebida.

Alejandro Panfil
Fotos: Dahian Cifuentes

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