Apenas terminado el show de Utopians en el que presentaron Todos nuestros átomos sobrevino un problema inesperado, el de no encontrar las palabras necesarias para describirlo, y esas palabras siguen sin aparecer. No hay palabras, simplemente porque a veces hay que estar ahí y vivirlo, ya que todo lo posterior pasa a ser una reconstrucción inexacta, incompleta y a destiempo.
Se podrá decir que el show fue intenso, espectacular, impactante y con un alto contenido emocional, pero nos quedaremos cortos. Se podrá decir que le sacaron más brillo aun a las canciones del mejor disco de su carrera y tampoco será suficiente. Se podrá decir también que la banda suena mejor que nunca y que a todo nivel aparecen como uno de los pocos salvadores del rock argentino, pero será inexacto, ya que no solo se perfilan como salvadores, van camino a convertirse en referentes.
Se podrán enumerar un sinfín de adjetivos y se seguirá pegando en el palo. Habrá entonces que conformarse con versiones que se aproximen a la realidad de una noche de viernes, en el Teatro Vorterix y con una nutrida audiencia siendo testigo del mejor momento de una banda, saltando, coreando y pogueando durante hora y media de show desde Alimaña hasta Say Hello, pasando por Lo tuyo, obra maestra de cómo hacer un homenaje a Television y The Cure sin copiarles, Maravilla, un maravilloso guiño 2016 a El Rito, de Soda Stereo, y ese miedo al estallido del planeta que es Todo lo que tengo.
Hay más, porque Algo ha cambiado, cover de Pappo’s Blues a cargo de Gus, y Estallando desde el océano, con Hernán Rupolo incendiando su guitarra, le dan el toque épico a un show único pero indescriptible. Es mejor parar acá. Cuando no hay palabras y el silencio es incómodo, lo mejor es poner música. Y si son los Utopians, mucho mejor.
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