«León Benavente» suena a nombre de poeta revolucionario, de mártir de la República, o de torero. Pero no: el nombre alude al tramo de ruta que une las dos ciudades de España que la banda eligió para darle forma a esa nueva personalidad colectiva. Y los cuatro miembros de León Benavente saben de rutas: algunos de ellos incluso habían tocado ya en Buenos Aires, como integrantes de la banda del asturiano Nacho Vegas. Antes de su debut argentino, visitaron México y vivieron para contarlo en la épica «Habitación 615» que fue uno de los puntos altos del show del martes 22 en el Lado B de Niceto.
Los discos de León Benavente (el primero, de 2013, lleva el nombre de la banda y fue recibido con grandes elogios en España; el segundo, editado este año, se llama simplemente 2) lo atrapan a uno desde la primera escucha. Por el pulso arrollador del grupo y por las letras siempre ingeniosas, cantadas sin afectaciones, dejando que las palabras y la música cumplan su cometido sin caer en clichés o arengas fáciles. Pero escuchándolos en Niceto, la sensación es que esas canciones fueron hechas para sonar en vivo y a todo volumen.
Además de llevar la voz cantante, Abraham Boba es responsable de dos de las marcas registradas de la banda: el sonido del teclado Farfisa y la inconfundible cabellera canosa que, hacia el final de concierto se mezcló entre el público para redondear un show compacto y poderoso. Luis Rodríguez en guitarra, César Verdú en batería y Eduardo Baos en bajo y sintetizador completan la cuádruple personalidad de León Benavente.
«No hemos llegado aquí por casualidad» cantan en «Revolución» y se nota: la banda tiene apenas dos discos, pero muchos años de rock en las espaldas. Dejan todo en el escenario: el comienzo, con «Día D», «California», «La Ribera», «Las hienas» no da respiro. «Ánimo, valiente» invita a corear el estribillo. «Ahora vamos a hacer una balada», dice Abraham. «¡No!», grita alguien del público.
«Todos contra todos» y «Gloria» suben la temperatura al máximo, y de paso sirven para demostrar que el rock puede hablar con nombres propios y ser a la vez protavoz de una insatisfacción que trasciende las fronteras. León Benavente habla de España, menciona sus rutas, sus ciudades y sus bares, pero sus refranes pueden resonar con igual fuerza en Buenos Aires («a santo de qué tanta fiesta / por qué se intenta evitar todo lo que molesta / entonces pensé en el fútbol… tengo el país que me merezco»).
En «Habitación 615» cuentan que en México quisieron comprar discos de Juan Cirerol, pero estaban agotados: «Y eso me hace feliz y me pongo a gritar: ese tipo es el puto nuevo Johnny Cash». Así que hay un motivo más para estar agradecidos con León Benavente: no sólo entregaron todo en una noche para el recuerdo, sino que además nos recomendaron los discos de Cirerol. Canciones (las de Cirerol, las de León Benavente) que funcionan como compañeros ideales para cualquier viaje.
La frutilla del postre llegó al final, con Abraham saltando y cantando entre el público, con el resto de la banda visiblemente feliz en el escenario por la sensación de haber oficiado una fiesta que seguramente será apenas la primera. La despedida fue con «Ser brigada», una road movie alucinada y hermosa: «Y ocurrió así. Ella dijo: ‘Contaré hasta tres y si en ese momento aun no hemos parado, nada nos va a detener’. Uno… Dos…» Y ahí aparece, otra vez, la ruta.
Lalo Lambda
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