Acercarse a Timbre 4 a ver un texto de Mauricio Kartun es siempre una gran idea. Después del éxito de Terrenal, el inconfundible estilo del dramaturgo no puede más que sorprendernos. Con una marca signada por el anacronismo, este texto ambientado a principios del siglo XX es el lugar donde se articulan la elegancia y la vulgaridad, lo contemporáneo y lo antiguo, los problemas de siempre y las formulaciones más actuales. Denunciando con expresa literalidad la mirada explotadora patriarcal de una sociedad que condena a las mujeres a su condición de adornos de exhibición o a las sombras, La suerte de la fea emplea recursos metafóricos para darle profundidad al momento de quiebre de una relación de tres personas destinada al fracaso.
Se trata de una violista categorizada como fea pero con un oído absoluto desperdiciado en un instrumento de mala reputación y poca gracia, que forma parte de una orquesta de señoritas. Este tipo de orquestas eran espectáculos en los que bellas mujeres se exhibían haciendo las mímicas de ejecución de un instrumento que no podían tocar, para el deleite de una platea masculina. Pero en el caso que nos convoca, la sinergia entre la figuranta hermosa y sus eróticos movimientos de viola y la violista fea escondida en un foso frío y oscuro dan lugar a una música inspirada que hace brillar de energía músico-visual al espectáculo. O al menos así lo cree la protagonista de este unipersonal que nos cuenta la historia de cómo llegó hasta acá. Se encuentra en un palco, que por momentos es también escenario, dedicándole su confesión al productor pseudo-proxenetra que tropieza con su destino ineludible en las garras de su esclava musical. En escena, pero de manera marginal, un violinista le pone sonido al lamento desgarrado de la violista que ha sido llevada al límite de su fortaleza.
El monólogo progresa en la narración de esa “pequeña tragedia”, sin embargo al construirse desde el sarcasmo y cinismo, trauma y catarsis, genera humor. No por lo que dice, sino por cómo juega con la situación elegida que es muy potente, cargada de dramatismo patético y teatral en sí misma. Solo la imagen genera una mezcla de gracia bizarra y dolor. Sin embargo, la dirección de Paula Ransenberg elige que el texto sea recitado como un lamento melodramático, subraya con la “forma” esta gracia e impide que las palabras se encarnen en la actuación de Luciana Dulitzki. El tono de la puesta no genera fricción con el texto, sino que lo subraya, y la puesta en escena queda más bien en la graficación de una idea que en una experiencia. Al perderse la situación, que es enunciada pero no habitada, no logra conectar a los espectadores con la riqueza del texto y dificulta la conexión con el drama. Es un libro complejo que abre un mundo al que, para acceder, hay que cruzar un umbral de debe derribar nuestro sentido común lingüístico. Las escenas cargadas de erotismo, que busca de manera vulgar rozar lo pornográfico, exigen un compromiso con el relato que parece ausente en esta puesta.
No obstante, el tema es de una actualidad tal que justifica que estas dos mujeres hayan decidido mostrarnos La suerte de la fea. La lucha a muerte del amo y del esclavo en clave feminista es la expresión de la búsqueda eterna de las mujeres por ser valoradas por sus talentos, por ser tenidas en cuenta por sus fortalezas y por conquistar el espacio de desarrollo de sus capacidades en el marco de un sistema que se forjó al calor del poderío físico masculino.
La suerte de la fea está los domingos a las 17h y a las 19h en Timbre 4 (México 3554 / Boedo 640)
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