Con la suma de seis talentos individuales y las herramientas que estuvieron a su alcance, los Sick Porky lograron hacer su propio camino durante dos décadas. No fueron siempre como ahora, claro está, ya que, cuando se arma una banda, lo aconsejable para no desertar al primer intento, y lo más realista, es tener objetivos alcanzables en el corto plazo, como componer canciones propias, tocarlas con amigos y lograr subirse a un escenario, del tamaño y del lugar que sea. Los años trajeron la experiencia y esa experiencia, más el aprovechamiento de las pocas o muchas oportunidades que se presentaran, hicieron que la banda se parara distinto, ya con vistas a una inevitable profesionalización, pero no una profesionalización en el sentido de vivir de la música, algo que, si llega, mejor, pero que en este país está destinado para unos pocos privilegiados. La profesionalización que buscaban, entonces, era en el modo de hacer las cosas: en serio y bien.
Hoy, cuando se escucha un disco de Sick Porky, se está escuchando una banda profesional, por la calidad y contundencia de sus canciones, y porque cuando se está en un concierto de Sick Porky, se ve una banda seria, que sabe bien lo que quiere y que va por un nuevo y actual objetivo, que es mantener el standard adquirido para, sobre esa base, seguir creciendo en todo aspecto. Pero ojo, los seis integrantes de la banda están convencidos de que sin disfrute nada tiene sentido. Y ese es un condimento que no falta en ese camino que vienen trazando desde hace dos décadas.
Y en ese contexto, la banda no sólo vive el momento, sino que junto a su equipo de trabajo se toma el tiempo para diagramar no sólo el día de mañana, sino también el próximo año y medio o dos. Y después analizar los objetivos propuestos y ver si se cumplieron. “Desde que empezamos la composición de este disco venimos pensando en este día y en este show”, dice Carlos Villafañe en el ámbito de la presentación de Alucinatorio. Y ahí está la prueba de cómo encaran su destino y ahí también está el resultado que querían lograr.
Sienten orgullo y, mientras diagraman nuevas metas, se dan el gran gusto de presentar su nuevo disco como ellos quieren, tocándolo de punta a punta. Abren con El Fantasma de la libertad, el primero que dieron a conocer antes de que Alucinatorio saliera a la venta, y siguen el repaso, entre otros, con El manifesto y El Farsante, cerrando a puro brillo con La marcha del elefante y El camino, la canción que perfectamente describe las sensaciones compartidas por los seis integrantes de Sick Porky: “Lo único que importa es el camino, no quiero saber a dónde va, lo único que importa es el viaje, no quiero saber cómo es el final”.
Tratándose de una presentación de disco, es una pena que el sonido una vez más les vuelva a jugar una mala pasada en ese mismo lugar, haciéndose muy difícil la tarea de que tres guitarras no reboten por todos lados. Y no es un dato caprichoso. Sick Porky ha sonado bien siempre, desde un Uniclub, hasta un Niceto, pasando por La Trastienda y también por un pequeño bar en Concordia.
Luego de una breve pausa y de dejar el uniforme negro en el camarín, salen más sueltos y dispuestos a dejar todo en el segundo tramo del show, especialmente integrado por temas de Los Descarnados, como Ephemerol, Los que no temen, con Marilina Bertoldi, y Encogemente, con Fernando Ruiz Díaz, quienes además de aportar su talento y su presencia escénica, justifican su presencia con el lazo afectivo que mantienen desde hace tiempo con la banda, como así también las de Xon, de Banda de la Muerte, y Lisardo Alvarez, ex Totus Toss y D-Mente, para una salvaje interpretación de Buitro. Aunque ya todo lo vivido parece insuperable, queda un cierre excepcional con Pura sangre y la certeza de que desde hace dos décadas reina el cerdo.
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