Rodrigo Fresán: series de sueños

Hace unos años, en esta misma sección, hablamos de La parte inventada como «la novela-tótem» de Rodrigo Fresán. Una summa, un libro que parecía querer incluirlo todo en sus páginas, entendiendo por «todo» la suma de obsesiones de todos los libros anteriores de RF. Un viaje a la mente de un escritor para descubrir el gen mutante que convierte la experiencia, la lectura, las vidas de los otros y la propia en literatura.

Pero eso era sólo el comienzo.

Con la aparición de La parte soñada, Fresán redobla la apuesta. Casi seiscientas nuevas páginas, que se unen a las anteriores no para continuar una historia al modo de una saga de enanos y dragones, sino para advertir que La parte inventada era apenas la punta de un iceberg que llega hasta profundidades insospechadas. O, en este caso, hasta cumbres borrascosas, a juzgar por la presencia de las hermanas (y hermano) Brontë en la obsesión de los personajes de La parte soñada.

Y lo mismo de antes: no sé si tiene sentido intentar explicar de qué va La parte soñada, porque lo que pueda llegar a pasar con sus personajes es menos relevante que la voz que nos cuenta lo que pasa o lo que pudo haber pasado. En La parte inventada, el narrador adquiría, accidente en laboratorio mediante, el don de la ubicuidad y la posibilidad de crear un universo a medida que lo narraba. Aquí, en cambio, las voces se convierten en avatares de Freddy Krueger, dispuestas a construir su universo a partir de la aparentemente frágil materia de la que están hechos los sueños. No se puede explicar de qué va La parte soñada, porque ello equivaldría a poder contar un sueño tal como ese sueño fue y no tal como lo recordamos al despertar, ya de este lado, en la vigilia, que es el opuesto de la literatura.

Fresán, en cambio, ya está cómodamente apostado en ese otro lado, en una biblioteca total desde la que nos envía, como mensajes en una botella, retazos de novelas decimonónicas, fragmentos de canciones de Bob Dylan, mariposas nabokovianas. Una biblioteca como la que Christopher Nolan imagina en Interstellar, y en la que Rodrigo Fresán flota como ese astronauta perdido en un agujero negro, con todos los libros y todos los tiempos del mundo a su disposición. Para los que estamos de este lado, el mensaje puede resultar abrumador, o no ser comprensible de inmediato.

Hace algunas semanas, en la presentación del libro, Fresán contaba que Rep le proponía otro símil para dar cuenta de sus últimos libros: La parte inventada, La parte soñada y el proyectado La parte recordada no conformarían exactamente una trilogía sino más bien un tríptico. No una secuencia en la que primero pasa una cosa, luego otra y después otra, sino una serie de paneles en donde las imágenes coexisten y es la propia mirada la que elabora una secuencia posible.

Acaso con estos libros Rodrigo Fresán se esté dando el gusto de escribir, finalmente, su gran novela tralfamadoriana.

Lalo Lambda

Foto: gentileza Inés Baucells

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