“Uno tiene que cuidar su imagen. Un Ramone no puede ser visto con la bolsa del supermercado”, afirmaba Johnny con una convicción total sobre cómo una banda debe estar en todos los detalles para no defraudar a sus seguidores. Ser y parecer. Las dos cosas juntas, indefectiblemente. Aún con diferencias ideológicas, problemas de drogas, de convivencia y peleas irreconciliables, los Ramones jamás defraudaron.
Metallica construyó credibilidad durante casi dos décadas hasta convertirse en el ícono más grande del metal en toda la historia de la música, pero, de un día para el otro, decidió que la lucha por el metal ya no era su bandera. Y en pos de consolidar su estrellato, a la altura de las Madonnas y los Michael Jackson, y su amistad con el establishment, sus cuatro integrantes se cortaron el pelo, se pusieron ridículas camisas de Armani y lanzaron un disco tan experimental como intrascendente. Pero en su larga y millonaria historia tuvieron, además, otros gestos que echaron por tierra la lucha de muchos metaleros, como hacer terapia de grupo-incluyendo al echado Dave Mustaine– y hacer plata con eso en forma de documental bajo el nombre de Some kind of monster. Y, como remate, hace muy poco tocaron con Lady Gaga en una entrega de premios. Demasiado ¿no?
Hoy en la radio no suena metal, de hecho casi no suena rock, y como estocada final de esa tendencia, en Cosquín no habrá escenario heavy a partir de 2019. La preocupación existe entre la gente del palo. De hecho, desde el seno de las bandas insisten en que al metal hay que defenderlo entre todos porque si no desaparecerá el género. Lo repiten integrantes de Báltico, In-Dios, Against y Habeas Pornus durante una conferencia de prensa pre Horcas Fest. Walter Meza, días más tarde, y ya sobre el escenario, vuelve a advertir que son tiempos en que el metal debe fortalecerse desde adentro hacia afuera.
La lucha de Horcas no es nueva, tampoco su coherencia. Walter y sus viejos compañeros de ruta sostienen desde hace años ese proyecto íntegro y de calidad que ideó Osvaldo Civile. Lo hacen con ideología, dignidad, creatividad y entusiasmo. Pero no quieren salvarse solos, lejos están de esa actitud, van más allá de su banda. Tienen una mirada más global. Y es por ello que en su momento invitaron a tocar a A.N.I.M.A.L, consagrados en los noventa pero retornados recientemente al ruedo luego de una década de pausa, se bajaron del Barock ante la censura a Ricardo Iorio, guste o no su forma de moverse en la vida, y ahora concretaron la segunda edición de su propio festival en el que invitan- sí, invitan- a bandas emergentes y otras no tanto con tal de reactivar una movida y convocar al público para que no sólo disfrute el número principal, sino que también se informe sobre qué es lo que viene empujando desde abajo. A pesar de la dispersión que implica el mes de enero, hacerlo bajo las marquesinas del Teatro Vorterix ayuda a visibilizar un género que en la Argentina viene de capa caída. No en calidad, claro, pero sí en difusión y oportunidades.
Horcas cuida su imagen, su música y su credibilidad, por eso no se queda en lo ya hecho y presenta dos temas nuevos como Mundo caos y Gritando verdades en una lista que tiene de todo, desde Nacer morir hasta Destrucción, el clásico indestructible de V8, pasando por Sembrando venganza y Vencer.
Vencer en esta lucha eterna que tiene el metal sería mucho más sencillo si los referentes del género no fueran los primeros en poner piedras en la rueda. Metallica no sólo hizo añicos su credibilidad, sino que puso en jaque a todo el metal dando a entender que los ideales, los pelos largos y las camperas de cuero sólo fueron una moda. Así y todo, hay toda una masa de fans indiferentes a sus deslices y toda una industria que los sigue adorando por la ganancias que generan. Por eso quizás el daño ya esté hecho y ya no sea posible revertir esta tendencia, pero aún así Horcas deberá saber que sigue por el buen camino. Al menos para ellos, luchar por el metal no es una frase hecha.
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