Sacar un disco es fracasar y triunfar a dos tiempos disímiles. Es vaciarse de todo y llenarse de nada. La jovencísima banda porteña Las Ligas Menores acaba de parir su segundo disco de estudio, Fuego Artificial. El parto fue natural y sucedió en la sala quirúrgica de Niceto Club alrededor de una fanaticada que, desde 2011, crece más rápido que la mala reputación de los políticos locales.
Como cualquier obra de arte, un disco, bueno o malo, siempre es un parto. Por suerte, esta vez nos tocó asistir al origen de uno que se sitúa del lado de los buenos. La banda presentó un trabajo que apenas llevaba un par de semanas desatado entre bandcamp y youtube.
Fuego Artificial está compuesto por 13 temas que reafirman totalmente el compromiso indie con el “hazlo tú mismo”, aquella filosofía de autogestión que ya en los lejanos 80s abanderaban bandas cuya única pretensión era la de hacer música, dentro o fuera del mercado.
Acordemos que un disco es un trozo de mundo interior que se lanza al exterior para que se faje con la multiplicidad de realidades interiores que circundan por ahí. Con una coincidencia, una sola persona que se sienta identificada con lo escuchado, el disco habrá cumplido su misión y nada habrá sido en vano. Adquirirá sentido por la sencilla razón de que empezará a ser memoria, o mejor dicho, a vivir en otros. A ser sentido y pensado por otros. Y esto justamente es lo que han logrado (por segunda vez) Las Ligas Menores, que por momentos despliegan una sazón propia de músicos “mayores”. La gente acompañó, gritó, saltó y hasta se animó a hacer una licuadora al mejor estilo hard-core.
El disco es un sortilegio. No es para oídos radicales de esos que se empeñan en «mariconearlo» todo. Tampoco es trasgresor y mucho menos furioso. Por el contrario, es fino y no por eso pierde rapidez, ni rigor. Transmite una fuerza sonora particular que tiene su gran acento en las voces femeninas. Voces serias, medio secas, pero más que profundas. Todo arqueado por unos teclados que saben poner en órbita el ensamble clásico del rock: guitarras, bajo y batería, hasta generar un clima terso y maquinal. Los temas van fluyendo, uno tras otro, fundidos entre avances punkis, holguras pop y avenencias psicodélicas. Todo, absolutamente todo, guiñándole el ojo a temas como el amor, la cotidianidad y la melancolía.
En una hora y media Las Ligas Menores detonaron la totalidad de sus Fuegos Artificiales, además de dar rienda suelta a aquellas canciones que no tardaron mucho en convertirse en clásicos de la banda, coreados a todo pulmón por el público, como Renault Fuego, A 1200 km. y Accidente.
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