Cual si fuese un perfecto aquelarre del punk, la noche del 31 de octubre transformó a un un bar costarricense en el escondite de cientos de fans de la mítica banda The Ramones. La visita, que no pudo ser en una mejor fecha, fue una muestra de lo que será su recital en Argentina el 8 y 9 de noviembre. Según cuentan las leyendas, los aquelarres tenían todas sus partes ceremoniales bien definidas y esa noche no fue la excepción.
La convocatoria: Los congregados, vestidos cual si estuviesen en CBGB en plena década a los 80s, iban preparados para adorar al punk, a sus inicios y a una de las figuras más emblemáticas de esta corriente: CJ Ramone. El homenaje: los asistentes, invadidos por la emoción y ante las notas de la reconocida banda punk rock costarricense liderada por José Coto, comenzaron a mezclarse y a bailar. Se preparaban para el acontecimiento principal, la gran ceremonia, la celebración épica. El ritual: ONE TWO THREE FOUR!, fueron las palabras que iniciaron, cual si fuese un hechizo, el descontrol. Durante 90 minutos, CJ Ramone demostró que aún tiene viva la llama del punk neoyorkino como si no hubiesen pasado los años.
El pogo, calor, gritos, cerveza y la euforia descontrolada se convirtieron en el complemento de fondo de temas como Blitzkrieg Bop, Sheena Is a Punk Rocker, Psycho Therapy, I Wanna Be Sedated y The KKK Took My Baby Away. En ese momento idílico, los años que cada uno cargaba encima pasaron a segundo plano, fue como si CJ hubiese logrado rejuvenecer a toda una generación que peina canas y enloquecer a los jóvenes que luchan por no ceder al mundo de la superficialidad. El banquete: cuando cayó el telón de un recital que será inolvidable, las pupilas y oídos de los asistentes aún repetían cada momento, cada tema y cada emoción. El disfrute que deja un evento así llega a un plano superior difícil de describir. Definitivamente, el espíritu ramonero sigue vivo.
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