Pelea de Gallos resume todo lo que tiene que tener una banda de rock. Tienen espontaneidad, carisma, suenan potentes, llenan bien el escenario y, claro, se animan a coquetear con varios estilos sin casarse con ninguno. Son libres de hacer lo que se les cante y a la vez son estrellas de rock sin todo lo que sobra.
Es domingo por la noche, casi lunes, y están cerrando la actividad oficial del Club V hasta nuevo aviso, ya que el local tiene planeadas reformas edilicias que lo tendrán fuera de combate al menos por un par de meses (quien haya tenido alguna obra en su casa sabrá que el último ladrillo se coloca quien sabe cuando).
En la previa ya tocaron Las Vin Up, que con su punk ramonero dejaron bien en claro que José Palazzo volvió a mear afuera del tarro. Y es momento de que el escenario se convierta en la mejor de las riñas. Juan Novoa, el Chino Biscotti, Santiago Ortega Bianchi y Fernando Alvarez sacuden un contundente set que honra la actitud de los Ramones sin necesidad de rendirles tributo con un cover.
Quienes aún no han tenido la suerte de conocerlos, a los Pelea les gusta componer, principalmente responsabilidad de Novoa, y también coverear, homenajear, reinventar o simplemente condimentar algunas canciones que los marcaron, sean de ayer, de hoy, de acá cerca o de allá lejos. Y en esa línea tocan, entre otras, Música de trabalho, de Legiao Urbana, y Llamen al dealer, versión libre de Bad Little go-go girl, de Dee Dee Ramone.
Rockean hasta la madrugada y se percibe anticipadamente la nostalgia por el tiempo que el local de la Avenida Corrientes permanecerá cerrado. Pelea de Gallos honra su escenario y la chance de ser los últimos en tocar en esta que pasará a ser la vieja etapa del Club V.
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