
A las afueras de El Teatro de Flores asustaban. A las 21, un par de grupitos que no superaban, respectivamente, los seis o siete integrantes, ostentaban con presunción sus tradicionales tachas, parches y vinos en cartón. También se podían divisar algunos rockers solitarios que, forcejeando con la hora, se inmiscuían diáfana y rápidamente en busca de la entrada del Teatro, mientras los vecinos del barrio iban y venían envueltos en un sosiego entrañable. Un viernes muy particular para ser un viernes cualquiera, pero acordemos que su extraño equilibrio era justificable: en el transcurso del fin de semana que empezaba –modestamente- se decidiría el futuro administrativo de la ciudad para los … [Read more...]