
Me encanta Buenos Aires en Enero. La horda de vacacionistas ha emprendido su anual peregrinar hacia el hacinamiento en playas y campings, llevándose consigo sus hábitos de oficinista estatal comedor de facturas. Sin gente, la ciudad deja de parecerse a esa puta violenta y adicta a las pastillas que todos conocemos -y que amamos un poco-. Ahora se parece más a esa chica sensible y un poco rayada con la que podemos salir a caminar, tomar unos vinos y pasar un rato, si el calor lo permite. Aún así, en este clima de relajación indolente, pasan cosas. Me refiero a cosas buenas (podés leer los diarios para las otras). Una de ellas es que individuos absolutamente irracionales y dementes eligen … [Read more...]