Dijo Chari a propósito de Ricky Espinosa en el documental Buenos Aires Hardcore Punk: “Todos los que inventaron el No Future tenían mucho futuro, pero mis amigos están todos enterrados ¿entendés?… Hasta me siento un traidor de ellos, porque estoy acá”.
Eso me hizo pensar en que las bandas que tocaron hoy en el Festipunk no sólo son las de De los primeros días (como se llamó el evento), sino que son algo más: son las sobrevivientes. Las teloneras The Higados y Cristales Perdidos, en cambio, recién están naciendo, pero nada les impidió compartir fecha con estas leyendas del punk rock.
La consigna de la tarde fue muy clara y todos la cumplieron, aunque cada uno a su modo: la idea era centrar los setlist en el primer disco de su carrera. Así, para 2 Minutos fue Valentín Alsina (1994); para Flema, El exceso (1994), para Loquero, Temor morboso a la exposición pública (1997) y para Superuva, Un poco de lío (1995). Claro que también tocaron temas de otros álbumes: Loquero llegó hasta Fantasy, mientras que Flema tocó su nuevo tema, Mañana de resaka y Dosmi también aprovechó para meter el hit de Volvió la alegría, vieja!!!, Piñas van, piñas vienen, entre otros.
Lo que es seguro de todo este asunto, es que cuando le ponen a un show De los primeros días, la comparación resulta inevitable. Lo primero que noté al llegar fue la cantidad de punkys borrachos, despotricando en la esquina por no poder entrar gratis: eso no cambió, ni creo que vaya a cambiar (y esperemos que no lo haga). Una vez que estuve adentro de El Teatro de Flores, bueno, ahí sí la cosa se tornó bastante diferente a, al menos, mis primeros días (estemos de acuerdo con que fueron allá por el final de los ‘90). Los plafones de vitreaux del primer piso en nada se parecían a las lamparitas peladas del húmedo y entrañable Teatro del Plata. Todavía mucho menos el hecho de ver a Checha cantando No te vayas gorda en un escenario bastante más profesional que aquel del Salón Pueyrredón, de ese que quedaba sobre la calle Pueyrredón y todo. Eso sí, había muy poca gente: otro punto a favor de los tiempos pasados (pero sólo hasta que empezó a tocar Flema). Y aunque en algún momento vi una rubia intentado cantar al lado de Juan Fandiño, en nada se parecía ese espectáculo al de los 20 punkys subidos al escenario de Cemento.
Esa escena bizarra le costó a guitarrista un insulto: alguien del público insinuó que se parecía a Ricky Martin. Faltaron las escupidas, pero el clima se puso bastante tenso, igual que antes. Fandiño se negó a tocar por unos minutos e invitó a quien sea a subir y agarrarse a trompadas, lo cual hizo que prácticamente todos los allí presentes se solidarizaran con el anónimo y, entre silbidos y abucheos, gritaran al unísono: “Putoo! Ricky Martin! Putoo”. No hubo piñas, aunque con el fondo de Metamorfosis adolescente la escena habría quedado casi como ensayada. Por su parte, Loquero sonó algo desprolijo y el Mosca terminó la presentación con una lluvia de cerveza dirigida al público: definitivamente siguen teniendo el mismo encanto de siempre. En fin, creo que esto de la comparación está bastante parejo.
Lo bueno es que, como dije al comienzo, las bandas centraron el repertorio en los discos más viejos. Escuchar, por ejemplo, Pompeya light, Presagios del final, Ghost in the F.O.R.A, y no esperar más de 15 minutos para que sonara Y aún yo te recuerdo, El linyera, La sangre de tu hermana… para quedarse cantando a capela y ya sin la banda Nunca seré policía hasta que apareciera Dosmi con Amor suicida, Caramelo de limón, Arrebato (compitiendo con Demasiado tarde por el pogo más agitado de la fiesta) o Barricada… Digo, escuchar todo eso en una sola noche y al hilo, fue casi casi como estar en algún sótano porteño de los ’90. Esperemos que se repita.
Por la nostalgia, por el punk, por los sobrevivientes y por los que no llegaron pero siguen acompañándonos: ¡Salud!
Fotos: archivo
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