¿Habrá mejor recibimiento de tu ciudad natal que unos cerros hermosos envueltos por un atardecer de película con respiración y expiración de puro rock? Pues bien, fue mi caso. Para los que no conocen Bogotá les cuento que no es el Caribe, que no hay temperaturas de verano y que tampoco hay estaciones. Cada región tiene un clima que varía de acuerdo al piso térmico en la que está ubicada y que perdura durante todo el año y toda la vida. Al salir a pasear por Bogotá tienes que salir de tu casa con paraguas, campera, bufanda, musculosa y botas “por las dudas” ya que, aunque las temperaturas son otoñales, es probable que de un momento a otro te ataque un calor sofocante que se va al rato dejándote con un frío inclemente. Pareciese que Bogotá, aun siendo una ciudad fría, gris y más bien lluviosa, tuviera todas las estaciones en un solo día. Es raro, pero incluso a veces arrecia hasta con granizadas que la dejan con una extendida alfombra blanca. Esta ciudad es, también, una ciudad agresiva, violenta y odiosa. Para el foráneo resulta demasiado atenta y servicial con un formalismo exacerbado. Alguna vez un amigo de Cartagena me dijo: “El bogotano es formal hasta pa´ echar un hijueputazo” y tiene toda la razón.
Desde cualquier punto de la ciudad se pueden ver los enormes cerros orientales que custodian celosamente la capital colombiana. Estos cerros sirvieron de teloneros para vivir una nueva versión de Rock al Parque que este año celebró sus 21 años con su amable lema “Cultura de Paz”, bastante pertinente para la realidad actual del país, que adelanta un proceso de paz que quiere poner fin a casi tres cuartos de siglo de violencia, muerte e intolerancia. Este festival es un motivo de orgullo para todos los colombianos, pero en especial para los bogotanos, ya que convierte a la ciudad en la capital nacional del rock, mote arrebatado por momentos –con clara justicia y merecimiento- por Medellín. El despliegue cultural y musical que tiene Rock al Parque desde siempre ha permitido a los amantes de la música trabajar sobre la tolerancia y la aceptación de la diferencia, y se ha generado un espacio de “extrema convivencia” entre la multiplicidad de escenas o subculturas rock del país. La distancia y los totalitarismos que hay dentro del rock son enormes: si eres punky, metalero, rapero o hardcorero tiene sus riesgos; si sales a la calle con la bandera de tu “apariencia musical” estás expuesto… Es una lástima que aún la música no sea el común denominador de todo, sino que los estereotipos y una camiseta con un estampado, una cresta pintada, la cabeza rapada o melenuda sean lo que hable de tí y por tí, y no tu propia voz. En Bogotá han existido a lo largo de la historia múltiples riñas entre diferentes escenas locales que se han llevado la vida de muchos y es por esto que Rock al Parque se ha erguido como una bandera formidable que permite apartar la incoherencia de esas barreras conflictivas.
Ya puestos un poco en contexto este fin de semana largo estuvo cargado de muchos sentimientos encontrados y de mucho rock and roll, por supuesto. He participado de muchas versiones del festival, siempre del lado del público, bebiendo y narcotizando la realidad antes de entrar, quitándome las botas, las medias, la campera y cuanta cosa pidan los encargados de la seguridad del evento para permitir la entrada y evitar el ingreso de objetos o cosas que puedan ocasionar problemas. Esta vez ingresé por el lado de prensa, el lugar donde no solo van los que buscamos la información puntual y pertinente para los seguidores de nuestros medios, sino también a donde entran los que pudieron hacerse de un contacto y robar lobby con los artistas. Lo cierto es que es un privilegio estar allí. La organización del festival se encargó de que la gente de prensa se sintiera como en su casa, con la mayor autonomía y comodidad para trabajar y disfrutar al máximo la fiesta.
Este Rock al Parque 2015 arrancó el pasado sábado 15 de Agosto con el día metal, que ya, francamente, es un clásico que el primer día se vista de negro con la que puede ser, tal vez, la escena más grande, no sólo de la ciudad, sino la del país. Se dice que el 70% de propuestas que recibe Rock al Parque de bandas nacionales pertenecen a este género: en el escenario principal, de ocho bandas metaleras que se presentaron, seis fueron bogotanas y dos internacionales, las locales fueron Thy Unmasked, Ms. Mortuorum, Nosferatu, Sacred Goat y Serpentarius. Las internacionales fueron Melechesh y Behemoth. En el escenario Bio, de siete bandas, cuatro fueron bogotanas, una de Cali y dos internacionales: los Argentinos de Malón y los yanquis de Nuclear Assault.
Nosferatu, una de las bandas más importantes en la escena del metal en Colombia, que alguna vez llegó a compartir escenario con los griegos Rotting Christ y con los noruegos de black metal sinfónico Dimmu Borgir, le abrió paso a la primera banda internacional en pisar el escenario principal, Melechesh, su estilo es definido como thrashing black metal que reúne un metal mesopotámico y sumerio. La banda se fundó en Jerusalén pero actualmente está radicada en Holanda. Su poderío es gigantesco y son bien definidos pese a la rapidez y la intensidad de sus sonidos. Serpentarius prendió el fuego a lo que sería la hoguera de la noche. Esta banda distrital juega con el entrecruce de su metal ultra riguroso, con sus guitarras estridentes, su voz ronca y pesada y su vestimenta oscura, con sonidos de gaitas, tambores y violines que acompañan la densidad de su música. Mucho de experimental en su propuesta y gran contenido conceptual, retoman lo originario y el arte rupestre en su propuesta performática dentro del escenario. Los Serpentarius, dejaron encendido al público que ya reclamaba la presencia de Behemoth, que estarían encargados de cerrar este primer día de festival. Los polacos abrieron el show con Blow Your trumpets Gabriel, y tocaron 14 canciones entre las cuales están As above so below, Messe noire, Ov Fire and the Voides y At the left hand ov god, cerrando con O Father O Satan O Sun. Un show imperdible y con un peso imponente para los amantes del black metal, la performance que generan en el escenario es muy sugestiva y oscura, desde su vestuario, maquillaje y los símbolos que se utilizan que hacen referencia al anticristianismo, ocultismo y la mitología de Oriente Medio. Los amantes del metal no pudieron tener mejor cierre, sus ojos perdidos y sus cabelleras de lado a lado, proporcionaron un final de día sombrío, lluvioso y tenebroso. De esta manera terminó el primer día de este Rock al Parque que inició con un sublime atardecer y culminó con una noche tenebrosa con muchas cabelleras negras en la ciudad y muchos gatos negros deambulando, demostrando una vez más que el metal duerme en Bogotá.
Texto y Fotos: Dahian Cifuentes (enviada especial)
Dejá tu mensaje