Asistimos a la era del on demand, en la que cada uno elige su propia aventura de acuerdo a las ganas, el tiempo y el presupuesto. Existe, por ende, la ilusión de que lo controlamos todo, pero, en el fondo, sabemos que no tenemos dominio de casi nada. Y si no controlamos del todo nuestros propios actos, es de imaginarse que mucho más complicado será poder condicionar las actitudes de los demás.
En un contexto como este, entonces, nadie-del área que se elija-tiene la verdadera certeza de cómo hay que hacer las cosas para desenvolverse con algo de éxito, por más que nos quieran vender mil y una fórmulas. Pasado todo en limpio, el cómo pegarla, el cómo tener suceso o, directamente, el cómo ser feliz termina dependiendo, claro, de la iniciativa de cada uno y de la real dimensión que cada uno le dé a todas esas variables.
Lo que hoy se convierte en un capital es la experiencia, y de esa experiencia se trata de determinar si hubo acierto o error en el paso anterior para poder así evaluar el próximo a dar. Es un gran sálvese quien pueda en el que estamos todos metidos y en el que sacará ventaja, si se le puede llamar de alguna manera, el que siempre intente dar, al menos, un paso hacia adelante. “Por más que no haya lugar, nosotros queremos salir a tocar. Y vamos y lo hacemos”, aseguran Los Devas. Es ese su pensamiento y lo confirman con los hechos.
El hacelo vos mismo del punk llamaba a la acción porque con sólo tres acordes y actitud era suficiente. El hacelo vos mismo de hoy llama a la acción porque no queda otra. Y en eso anda esta banda que, tras haber sacado Vulkania en formato físico, decidió dar un volantazo de realidad y publicar Invisibles, un EP urgente de cuatro temas que reflejan, a la perfección, su actualidad.
En una nueva noche de Brandy con Caramelos en El Aval, Sebastián Pallares, inspirado baterista de este combo stoner que se refugia en sus convicciones para seguir mostrando lo suyo en este océano de individualismos, echa un sorbo a una pinta y explica el por qué de haberse mudado a otro formato: “La idea era salir con algo nuevo, cortito y al pie. Y así fue la decisión. Queríamos algo rápido, teníamos tres temas armados y decidimos armar uno más para ponerlos en Internet. No nos queríamos enroscar de nuevo en toda la perinola de sacarlo físico, porque era mucha inversión y mucho tiempo. No queríamos demorarnos en sacar algo nuevo”.
“Es hacer lo que te pide el momento”, interviene Marcelo de la Fuente, quien además de crear climas épicos y contundentes desde su guitarra, se gana la vida enseñando a usar esas benditas seis cuerdas. “Y si te embarcás en sacar el disco en formato físico es mucho gasto y tiempo para dar a conocer nuevo material”, agrega, reconociendo que hoy un poco se mezclan las convicciones y el sucumbir ante lo no deseado, que toma forma en los costos exorbitantes-de todo- y en los cambios de hábitos al escuchar música que ya lindan con la desidia.
El arte no se mancha por más que el envase sea otro. Y si hay algo que tiene quien la pelea desde abajo, o desde los márgenes, es el ingenio y sentido de la oportunidad, por eso no dejaron de aprovechar la enorme chance de trabajar con gente amiga que entendiera sus necesidades y sus potencialidades. “Tuvimos la suerte de tener a Rama Nogueira a dos puertas de la nuestra y él nos ayudó con toda la cosa técnica”, se embala y agradece Sebastián.
La banda que se completa con Federico Midaglia, en bajo, se caracteriza principalmente por ser instrumental recordando aquellos hermosos viajes sensoriales que emprendían Los Natas durante los noventa y primera década de los 2000. Pero no se cierran solamente en el desarrollo sonoro, sino que también se están animando a incursionar en la lírica. “¿Van decididamente a componer canciones?”, se les pregunta. “Sí, hay ganas de hacerlo porque la voz es otro instrumento. En otro momento tal vez preferíamos que no estuvieran, pero sabemos que hay que poder responder a lo que te pide la canción”, levanta la mano y responde De la Fuente, quien le pone voz a esas ideas urgentes que necesitan ser canalizadas. “Es como que teníamos atragantadas algunas cosas y teníamos que expresarlas. Y Marcelo está trabajando mucho para cubrir ese aspecto porque es algo nuevo para nosotros”, aporta Pallares.
“De a poquito vamos saliendo de nuestra zona de confort”, asegura aliviado Marcelo, sabiendo que su voz le dio más cuerpo a la propuesta de Los Devas, una banda que intenta abrirse paso entre tantas otras que procuran llevar a cabo la doble tarea de ayudarse sin estorbarse. Vengador, Los Invisibles, Garage y El camino de ladrillos son las cuatro piezas salidas a la luz a partir de la urgencia y el contexto. Los Devas no tienen formula, pero tienen destreza, humildad y honestidad, como queda demostrado en el siguiente diálogo.
-Tuvimos una buena recepción de la gente. Nos dijeron que nos vieron en un plano que desconocían y que nos entendieron mucho más.
-¿Y a qué plano se referían?
-No sé, pero de alguna forma te hace sentir que vas dando pasitos hacia adelante. Lo importante es eso, sentirnos que vamos para adelante.
Para Los Devas no hay meta a la cual llegar, sino un camino por recorrer. Y si es largo, no representa un problema. Lo importante es cómo sea el viaje, y ellos saben perfectamente cómo musicalizarlo.
“Los tres laburamos todo el día, toda la semana. E intentamos hacer todo lo que podamos en el tempo que nos queda. Es así. Después de un día largo, lo único que querés es llegar a la noche, estar con tus amigos y ensayar. Para nosotros es un refugio”, confiesa Sebastián Pallares bañado en realidad y con los pies sobre la tierra.
“Nosotros hacemos las cosas porque las necesitamos y porque algo nos empuja a llevarlo a cabo. Si no lo hiciéramos, seríamos una banda que nunca saldría de la sala”, cierran a coro los integrantes de Los Devas, ni más ni menos que la banda de sonido de sus propias vidas.
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